Fragmento #2 – Spleen

Si hay algo que me resulta triste son las tardes plomizas. El gris de las nubes se posa sobre la ciudad y también sobre mi cabeza, pesada y confusa. Puede que me sienta así porque me baja la tensión, según dice Diana.
Hoy llegará más tarde de la cuenta. Está en su facultad, dando unas charlas o no sé qué. Últimamente los puñeteros créditos de libre configuración se han convertido en su tema de conversación favorito.
Diana puede ser encantadora o maravillosamente estúpida, cuando se lo propone. Pero debo reconocer que esta tarde tan oscura la echo de menos. Ya sé que sólo son unas horas, pero creo que la soledad me afecta bastante más de lo que yo pensaba… Pero no, no es la soledad. La soledad es buena si sabes llevarla. Es más bien el hastío, el aburrimiento, la falta de interés por el mundo lo que me afecta hoy.
Mientras hojeo por enésima vez Les fleurs du mal, el sol cae. Julio ha empezado a tocar antes de la cuenta; hoy tenemos Gershwin. Su música, limpia y brillante, consigue hacer que deje el libro en la mesa y despeje mi mente por completo. Entonces pienso. Necesito salir de aquí, encontrar algo nuevo, antes de que spleen acabe conmigo.
“Diana, me voy a Florencia. Vuelvo el martes. Besos.”