Fragmento #4 - Un café sin descafeinar

El despertador ha sonado hoy más alto que nunca... O quizás me levanto con más energía que cada día. El microondas hace su ruido característico y deduzco por ello que Leire está preparándose el desayuno. Me visto, y en cuestión de minutos suena un portazo seco y fuerte en el piso. Leire no me ha esperado.
Me preparo el desayuno corriendo y bajo las escaleras sin darme cuenta que me olvido las llaves... Las prisas me vuelven a traicionar. He aparcado el coche junto al banco del parque San Pablo, así que no tengo ni un minuto para detenerme a comprar el zumo de cada día.
Genial. El coche no arranca. Salgo del coche con cero motivos para estar feliz el día de hoy. El tiempo no me acompaña, porque el cielo promete un sol de lo más escandaloso. Y entonces un hombre mayor que pasa junto a mí, me señala con la mirada los faros del coche... Premio Bedda... Hoy lo has hecho mejor que nunca.
Pasa un taxi cinco minutos después de mi desastroso comienzo de jornada y le hago señas para que se pare. Feliz por mi fácil intervención en la parada de mi vehículo, me doy cuenta de que está parando para una mujer y un bebé que le esperan con impaciencia... Mi mediocre educación en estos temas, aunque mi objetivo sea llegar a tiempo al periódico, me impide adelantarme a una señora con una preciosa criaturita.
Con una falsa sonrisa, pero con la conciencia un poco más arreglada me dispongo a dirigirme hacia la parada del autobús. Hoy no debería de haberme tocado todo esto. Sin embargo, una sensación de felicidad me recorre los entresijos de mi enredada mente... No es una felicidad creada... Sino, recordada... Vuelve...
Entro a la redacción. Necesito la máquina de café... Hoy me encuentro más nerviosa de lo normal... Me tomaré un café descafeinado.