Fragmento #8 - Soufflé de chocolate momentáneo

-Toma, está caliente- dice ella mientras me tiende la taza de café. El soufflé aún no lo he tocado, ni la conversación -pendiente- tampoco.
- Gracias mamá.
Mira hacia la habitación que era de Leire y, a continuación, me mira con un signo de interrogación en medio de la frente; o, al menos, eso parece.
- Se ha quedado embarazada y se ha marchado con sus padres.
- ¿Y ese chico?...¿Ángel? - puedo acertar en su tono de voz una esperanza, una mínima esperanza que, reflejada en su rostro, traiciona su deseo de ocultar las ganas que tiene por saber todo lo que me ha pasado en todo este tiempo.
En la mesa, junto a nosotras, tengo todos los papeles del contrato de mi último empleo. Sentirme tal y como una verdadera periodista; ya no pienso en mi futuro, porque el futuro lejano que en aquellos años me hacía divagar en millones de ideas por construirme una vida ciertamente original, está ahora muy cerca. Ahora vivo mi presente. ¿Qué es mi presente? ¿Qué es el presente? Ella es mi presente ahora y este momento es tal y como me lo había imaginado. Sin un detalle más; sin un detalle menos.
- Ángel sigue trabajando en aquella librería de su padre... - quizás en otro momento podría haberme quedado en silencio, en ese maldito silencio que año tras año me hizo huir de todas aquellas palabras que me hubiera gustado brindarle a mi madre; pero ahora no puedo. Así que levanto la vista y:
- Mamá, sabes que... -y ahí está ella. Una visita, no tan inesperada como podría haberme imaginado tiempo atrás. Una llamada telefónica. Un año de preguntas, respuestas, convencimientos, malos tragos, tragos de cerveza y alguna creatividad expresada en folios sueltos sin sentido. Necesito crear otra historia, otra historia con un titular increíble. Tan increíble como este abrazo. Esto ya no es tal y como me lo había imaginado... Un detalle así puede hacer cambiar totalmente la historia.