Fragmento #80 - Conversaciones con un ángel

Estoy sola. El piso no parece tan luminoso cuando él no está. La cocina en silencio con los platos del desayuno secándose sobre la encimera y el aroma de los huevos fritos. Las persianas arriba, dejando entrar la luz del día. El salón desierto.
Me acurruco en el sofá, sin nada que hacer. Miro por la ventana. Personas con su ir y venir, mirando el reloj, con el móvil pegado a la oreja, sin tiempo para contemplar el mundo. Una pareja discute delante del bar, parece una película muda.
-¿Vuelves a estar sola?
Mi ángel de blanco, sentado a la mesa, me sonríe.
-Mario ha dicho que tenía unos encargos que hacer…
-Bueno, sería importante si te ha dejado aquí.
-No sé… Me ha pedido que sobre todo no saliera. Creo que quería tomarse unas horas libres, ya sabes, lejos de mí. Le agobio.
-No, no le agobias, tiene demasiadas cosas en la cabeza, ha de solucionar sus problemas antes de poder ocuparse de los tuyos. No es que no te quiera.
Me siento a su lado. Es clavadito a Mario, su misma boca, sus manos, el mismo color de ojos, pero su mirada es distinta, más segura, más alegre.
-Siempre está triste… -comento.
-Tu también. Ya sabes cómo es estar aislado.
Asiento. Es cierto, lo sé, por eso nos entendemos tan bien Mario y yo, porque nos parecemos demasiado.
Me levanto y busco entre mis cosas.
-No está –digo nerviosa volviendo del revés todos los bolsillos.
-¿El qué?
-La carta… el sobre de papá.
Sigo buscando un buen rato más, incluso debajo del sofá.
-Quizá se lo ha llevado él –sugiere.
-¿Para qué? –pregunto.
Se encoge de hombros y se asoma a la calle cubriéndose el rostro con el sombrero.
-Quizá busque respuestas, como tu…
-Pero esas preguntas son mías.
-Se preocupa por ti –dice -, intenta ayudarte.
Ambos miramos las calles de esa ciudad extraña. Una señora se queda parada en la calle de enfrente y mira al balcón.
-¡Uy! –grito sobresaltada escondiéndome en el interior del piso -.Me dijo que no me asomara…