Fragmento #125 – La prostituta siempre llama dos veces

Sentado en una silla, junto a la mesa, muevo el café con una cucharilla lentamente. Ya está frio, hace una hora que está frio. Doblo y desdoblo un trocito de papel, lo rompo y vuelvo a cortar otro trozo de servilleta. Doblo y desdoblo, doblo y desdoblo… con la esperanza de tranquilizarme. Con el deseo de hacer la espera más corta, de relajarme para cuando María llame a la puerta.
Doblo y desdoblo, doblo y desdoblo, corto en trocitos y los dejo caer sobre el cristal de la mesa.
Miro a la puerta, miro para nada… ¿Qué querrá? ¿Por qué ahora? Seis meses después de desaparecer… seis meses después del retrato. ¿Por qué ahora, cuando empezaba a olvidar?
Me levanto, dejo la taza de café en la cocina y voy al lavabo. Me miro al espejo, no estoy mal… nada mal.

¿Acaso esperas que se te tire al cuello como la última vez?

Llaman a la puerta, una y dos veces, como solía hacer María. Salgo a abrir y dejo atrás mis pensamientos, peleándose contra su reflejo en el espejo.