Fragmento #128 – Día de estufa y película

- ¡Mañana nos vemos!
- Venga… hasta mañana, Mario.- me dice Ernesto mientras ordena una estantería.
Cierro la puerta de la librería y salgo a la calle abriendo el paraguas. Está raro… Desde que se enteró del embarazo se comporta reticente conmigo, comportamiento que lleva arrastrando desde que Astrid estuvo aquí, desde aquella decaída mía. Desde aquellos días de humo y alcohol encerrado en casa, solo.
Nunca me creerá, no creerá que Astrid estuvo en mi casa, no creerá que desapareció de un día para otro. Aún no sé si creérmelo yo, quizás fuese un sueño, quizás todo sea un sueño…

Y, divagando sobre estas y otras estupideces, he llegado a casa. Empapado los pantalones hasta las rodillas, los zapatos encharcados y el paraguas inservible. Subo las escaleras y meto la llave, pero la puerta se abre antes de hacerla girar.
- Hola, cariño… Te he oído llegar.- me saluda María dándome un beso.
- Hola…- le digo posando mi mano en su vientre y devolviéndole el beso.
- ¡Estás empapado! Pasa, pasa… Tengo puesta la estufita y he alquilado una peli para quedarnos acurrucados en el sofá…
- ¡Dios! ¡Cómo me conoces! Hace un día de perros…
Con una sonrisa cómplice me deja paso hacia el salón.
- Voy a preparar un café…- me dice desde la puerta de la cocina.- Mira el teléfono, Mario… Hay un mensaje rarísimo… para mí que es una broma.
- ¿Un mensaje?
Cojo el teléfono y lo descuelgo, espero…
Tiene un mensaje. Lunes diecinueve de enero, a las quince horas y veintitrés minutos. Si desea escucharlo… pulse uno. Si desea borrarlo… pulse dos. Si desea…
Uno.
¡¡Mario!! Oh, Mario, por favor, ven a buscarme. Laura sabe dónde estoy. Mario, por favor yo…
Un escalofrío recorre mi cuerpo, la casa aislada del sueño vuelve, la nieve, el frío… Astrid en harapos y ensangrentada.
- ¿Qué pasa, Mario?- me pregunta María.- Te has quedado como muerto…
- No ha sido un sueño… Tú no eres un sueño…