Fragmento #71 - Escribir la armonía

Pablo está de exámenes, así que he venido a recogerlo. Me gusta pasear por aquí. Este suelo limpio, estas paredes. Los cuadros, los cuadros parecen de gente de otro mundo. Se nota que esto es Barcelona, y eso que cuando estudiaba en Sevilla se trataba del Rectorado. Pero, ah. Esto, esto es otro universo, otra cosa, la cara de otra moneda: si le diéramos la vuelta al tiempo, si mirásemos al otro lado, veríamos esto.
Baja al rato, con una camisa de mangas largas. Loco, Pablo, estás loco. Me debe de haber cambiado mucho la cara, porque de pronto se echa a reír.
- Frío, mucho frío. Da igual que sea junio, ahí dentro nos congelamos.
Me abraza y nos vamos de allí. Doblamos un par de calles, nos alejamos un poco. Entramos en un bar que le gusta a él, dice que le gustan los bares bien guarros. "Eso es España -dice a veces-, bares bien guarros, con el suelo sembrado de colillas y fotos de toreros, y esto no se salva, se llame Barcelona o Reus". Pedimos cerveza, hablamos un poco. Me dice que abandone mi hostal, que me vaya de allí, que él tiene sitio en casa. Hojeo sus partituras, sus libros.
- ¿Qué vas a hacer en verano?
- No lo sé, no tengo nada pensado. ¿Y tú?
- Visitar a mi padre en Andorra, vive allí.
- ¿Y tu madre?
Pablo se queda callado un rato. Yo, que no puedo dejar de sorprenderme ante los pentagramas -ese lenguaje extraño, esa forma de escribir la armonía- casi no me percato.
- Tal vez viaje un poco, tal vez vuelva a París.
- Necesitarás un trabajo.
- Sí.
- Bueno, hay bares. Bares guarros, ya sabes.
Sonríe.
- ¿Qué hay en París?
Pues no lo sé. No lo sé ni yo. Casi no sé por qué lo he dicho. Tal vez haya sido el instinto de supervivencia. La necesidad de creer que hay algo que aún considero importante.
- No lo sé.
- ¿Familia?
- No.
- ¿Una chica?
- Una chica - posiblemente.
Ahora, con toda claridad, como si hubiera resucitado en el fondo de un pozo, como si me hubieran nacido luciérnagas, la veo. La veo perfectamente. A Michelle.