Fragmento #2 - San Fernando

La infancia no muere y sí, deja su impronta en los años venideros, para bien y para mal. Ahí está. Solo han pasado nueve años desde la última vez que vine aquí. Para despedir a alguien, un amigo o conocido de mi abuela.

No se respira un aire de alegría... Sin embargo, tampoco lo es de pesar. Es solo eso, aire. Aire y sus sinónimos, con más o menos letras; pero sigue siendo lo mismo, aire. La gente habla del ambiente que se respira en el lecho de un moribundo, bueno, yo mismo he experimentado esa sensación hace muy poco tiempo; pero no creo que sean consciente de lo que hay en realidad, no es un ambiente oscuro, frío y negativo; sino más bien es solo el clima... El aire.

El sacerdote finaliza la misa, parte de la mortaja ceremonial. ¿De veras cree que sus versículos me van a consolar? Proceden inmediatamente a enterrarla. Las lágrimas brotan y cruzan mis mejillas. Todo ha acabado para ella. Ya solo le queda descansar. Espero que pueda perdonar a todos aquellos familiares, amigos y conocidos que, en vida, la dejaron apartada. No ha venido nadie a decirle adiós. No había nadie a quien avisar del estado de mi abuela, pero no creo que ella estuviese sola.

Camino hacia la salida. Desde mi posición veo coches fúnebres y camillas que transportan los féretros a la cámara de incineración. Veo también, niños y padres que se quedan fuera del cementerio mientras que las madres van a visitar a algún ser querido y en sus caras la expresión de desagrado y pesar de estar en un lugar que muchos califican de sombrío. Pero sobre todo, llanto. El llanto mudo, compartido, con ese acento de impotencia. Ya lo conozco. La pérdida deja un sabor amargo para los allegados tanto si fue bueno o malo, en la vida, pero deja mella.

- ... No estés triste, Mario. Tu tienes que pensar que el abuelo está en el cielo. Donde juega con los angelitos y desde donde nos ve para cuidarnos.
- Pero yo quiero que esté aquí. - Replica el niño, con lágrimas en los ojos, que parece negarse a entender. Qué curioso, ya desde chico recela. - Yo quiero que me recoja del colegio, que me siga comprando chicles a la salida y que me lleve al cine.
- Mario, - la serenidad, el amor y la tristeza por las inocentes palabras del niño hacen mella en el padre. - el abuelo Antonio estará siempre contigo porque él vive aquí. - Dice el padre señalando el pecho del chico.

El chico parece comprender. Se abraza a su padre y llora. No como lo hacen algunos de su edad, sino como la persona que es.

Creo que es por eso por lo que me gusta este sitio. Porque, al igual que el aire y sus variantes, el cementerio, sin importarle nada; nos muestra ante todo lo que somos.