Fragmento #113 - La fragilidad del tiempo

Vuelta a casa. No hay nada que contar de nuevo y como un alma errante, arrastro mis cadenas al dormitorio. Cierro la puerta. El niño está en la cama. Profundamente dormidito. Es tan inocente… Y se ve involucrado en las malas acciones adultas. No es justo. Entra mi madre.
- Le he preparado un biberón.
- Gracias.
- No ha dormido en toda la mañana – comenta mi madre en tono maternal – En eso ha salido a su…
Sonrío débilmente. No hacen falta palabras.
- ¿Has encontrado algo?
- No. No hacen falta camareros, ni limpiadores…
- Claro, mientras haya extranjeros que sólo trabajen por un colchón, pan y agua, ¿quién va a contratar españoles? – pregunta cruzándose de brazos en una postura indignada. Asiento, mientras cojo al pequeño, quien comienza a llorar por el sobresalto. Me pongo el biberón y comienza a tomárselo con los ojos intentando descubrir dónde está.
- Hoy he enviado el currículum al Carrefour.
- Eso está bien. A ver si hay suerte. No parece que se te dé tan mal – dice señalándome al chico.
- Tuve buenos maestros.
Mi madre sonríe y cuando lo hace algo me reconforta. El saber que hay alguien ahí es milagroso.
- ¿Lo sabe Alma?
- Lo he dejado. La responsabilidad de un niño es… Mucha carga y si esto es obra mía, tengo que acarrear con las consecuencias.
- Mira que te lo avisamos siempre, Jaime. Utiliza la cabeza. Pero esto era inevitable, ¿no?
- No sé siquiera si es mío – me mira incrédula – No sé quién es la madre… Recuerdo siempre haber llevado protección. ¿Y si alguien lo ha dejado y me ha acarreado a mí el mochuelo? Teníamos una vecina drogata…
- …que es la novia de Claudio – me completa - ¿Podría ser de Sara?
Miro a mi madre con desdén. Con Sara nada de nada.
- Bueno, a lo mejor lo tuvo en los últimos meses y no te dijo nada y ahora su familia te lo ha endosado – sí, claro, mamá; ésta es la nuevo Destino que quiere hundirme: la familia de Sara.
- Vale, vale, descartamos a Sara. ¿Elena?
- No creo que la haya dejado embarazada por la boca.
Llaman a la puerta. Mi padre.
- Cariño, llaman por teléfono preguntando por ti.
- Vale, gracias – se dirige a mí – Cuando termine el bibe dale unas palmaditas en la espalda para que eche el flatito.
- Bien.
Me dejan solo. El chiquitín termina y lo abrazo para provocarle el flato. Siento su débil cuerpo junto al mío y la suavidad de sus redondos y sonrosados mofletes. Quiero abrazarlo con fuerza pero tengo cuidado, es como un cristal fino que debe ser mimado, amado… Y así es el tiempo. El tiempo que debe ser cuidado y amado para poder valorarlo.