Fragmento #3 – El rapto de Dafne

- ¡Bel! ¿Dónde has estado?
Dafne Garrido es mi mejor amiga. Nos conocemos desde muy pequeños y, en ocasiones, nos hemos servido de pie de apoyo. Se ha teñido el pelo de rubia y se ha puesto lentillas verdes, viste una sudadera y botines… Es increíble lo que da de sí un año para cambiar, pues dista mucho de ser la Dafne Garrido morena, de ojos azules, con algún que otro granito en la cara y… normal. Como siempre ha sido. Me da dos besos.
- ¿Qué pasa, mi niño?
- Veo que ahora eres cani – se ríe.
- ¿Te gusta?
A pesar de lo hortera que viste y de los mil litros de pintura que lleva, me sigue gustando igual.
- Esto…
- Ya te vale, Bel – me dice en tono de reproche a mi broma.
- Nah. Era sólo una broma.
- Tengo que darte un notición – llama a un chaval, que, por supuesto, pertenece a la misma raza social – Alex es mi novio.
El tal Alex me da la mano y casi me la parte.
- Tanto gusto.
- Igualmente – le respondo al chaval.
- ¿Qué tal el verano, Bel?
Valoro el contarle la pérdida de mi abuela, pero no es momento, con el bulldozer de su novio allí presente.
- Bien. Bien. He estado de viaje, y por eso he venido más tarde – es un buen argumento para ocultar que el colegio me mandó una carta obligándome a incorporarme a las clases, por supuesto, sin saber que estaba admitido y que los libros de texto me esperaban en secretaría.
- ¿A dónde?
- ¿Qué más da, Dafne? El chaval no tiene por qué darte explicaciones – se gira para irse cogiendo a ella de la mano – Mientras más lejos, mejor.
Ella me mira con la tesitura en el rostro, pero, accede a irse. Ojalá me hubiese ido de viaje y no mi abuela. Me acerco a secretaría.
- Disculpe – llamo a la señorita Mati – Disculpe.
- ¡Bel!
Matilde es la secretaria, enfermera y, sobre todo, madre.
- No habrás venido a que te cure alguna rodilla, ¿verdad?
- ¿Cómo cuando era un mocoso? No, no, Mati.
- ¿Cómo está tu abuela?
- Ha fallecido – se lleva la mano al pecho.
- ¡Dios bendito! ¿Cómo fue?
- Eso no importa.
- ¿Cuándo fue?
- En julio.
- Bueno, y ¿tú ahora?
- No tengo ni idea, Mati. Voy sobreviviendo con lo poco o mucho que me enseñó y esperando que vengan a por mí los del orfanato – en lugar de eso, me encuentro con mi soledad y con el misterio de haber entrado en el año escolar.
- ¡Jesús! ¿Hay algo que pueda hacer?
- Por el momento, darme los libros de texto – se levanta, rebusca por el armario y da con ellos.
- ¿Sabes lo que significa esto, Bel?
- No.
- Que tienes un ángel de la guarda que está velando por ti – sonrío con cierta melancolía – Si necesitas algo, dímelo, por favor.
- Pues, me encantaría saber el nombre de mi ángel – aunque me imagino que es ella misma.
- Y a mí, Bel. Y a mí también.