Fragmento #88 - Trabajar conmigo

Despierto frente al mar. Un quejido enorme, ese murmullo tan profundo y azul, me recibe. He pasado la noche en un banco del paseo marítimo de Tarragona. Sin dinero, con las monedas justas para comer hasta cogerle el truquillo al autostop. Con la mochila y unos pocos libros, y los zapatos, y seguro de que no necesito nada más.
Camino hasta llegar a la catedral. Hace bastante viento y siento cómo el pelo me baila al son de la brisa. Me siento tranquilo, extrañamente cómodo. Frente a la catedral se concurre bastante gente, muchos trajes y algunos niños jugando con un perro. Un tipo a mi lado camina de un lado a otro, con una enorme mochila a cuestas y gritando al teléfono. Cuando cuelga, mi a su alrededor y se me acerca.
- Perdona, chico.
- ¿Sí?
- Oye, mira... ¿sabes hacer fotos?
- ¿Qué?
Tengo la tentación de pellizcarme, pero no quiero quedar como un psicópata que se autoflagela. El tipo sacude la cabeza y repite.
- ¿Sabes hacer fotos?
- Sí, claro.
Abre la mochila y saca otra más pequeña. Me la deja en las manos.
- Mira, tengo que hacer fotos de la boda, pero me ha surgido una complicación y necesito a alguien que me sustituya. Éste es mi trabajo y mi compañero es ése de ahí - me señala a un tipo muy grande y rubio -. Él te dirá lo que tienes que hacer, ¿de acuerdo?
- Pero...
- Venga, hombre. Si las haces bien, te sacarás algún dinero.
Asiento. Nos damos la mano y se va, y entonces me acerco al grandullón. He tenido la tentación de irme corriendo con la máquina, pero el tipo grande me ha estado observando todo el rato. Está claro que no iba a ser tan fácil. Me da algunas instrucciones y cuando me doy cuenta estoy fotografiando a pijos y señoras mayores poco antes de cogerse todos una cogorza.

- No están mal. No están mal.
El tipo de antes ha vuelto poco antes de terminar la boda y está repasando mis fotos. Yo me limito a terminar las dos copas de cava que he podido salvar de los camareros. Bien mirado, me he puesto morado y ciego, de tanto comer y beber gratis, y he echado la tarde. Entonces, el tipo me da 30 euros.
- Ala, chaval. Muchas gracias. Ha sido fantástico trabajar contigo.
Y se va. Una voz me dice que están cerrando, así que recojo mi mochila y me voy. Me he divertido bastante, bien mirado, y conseguido dinero para un autobús que me permita continuar mi viaje hasta el sur. A veces tienes una suerte de la hostia, David. Pero de la hostia.