Fragmento #8 – La guerra

Sevilla. Chicas desnudas y doradas. Carmen, y otras. Algunas veces, chicos. Cuerpos jóvenes y deliciosos.
Bebida. Humo. Calor. ¿Te gustan esas cosas?
¿Hablas castellano, ahora?
Puedo aprender muy rápidamente.
Qué bien.
Sí.
No soy como tú. No quiero destruirme. Sólo me gustan los cuerpos y el sabor de la juventud. El amor. El sexo. Sentirme guapo y no pensar en nada. Seducir...
No pensar en nada… Yo no soy así.
- ¿Joan?
La mano de Ángel pasa delante de mi cara.
- ¿En qué piensas?
- Nada. Me gustaría dormir un poco.
- No es el momento Joan – dice Joaquín – Demasiados clientes.
Miro a las numerosas personas sentadas en las mesas del Don Diego. Ángel corre para ayudar a Carmen. Tengo que despertarme, pero si la voz de mi Sombra sigue torturándome, no seré bastante eficaz y no podré trabajar.
Pobrecito…
¡Erinia!
¿Erinia? Me gusta la imagen.
- Joan, si no puedes trabajar hoy, vete.
Joaquín está nervioso. Su piel roja y cubierta de sudor. ¿Qué le pasa? ¡Él suele ser tan tranquilo!
De prisa, voy a ayudar Carmen y Ángel. ¿Qué le gustaría? ¿Un Coca? Ok. ¿Qué le traigo? Un Ice Tea, muy bien. Con muchos cubitos de hielo. De acuerdo.
Aquí, estamos soldados luchando contra el calor. Es nuestra guerra. La de los camareros contra el Sol.
En el mundo, los hombres siguen combatiendo tantas cosas.
Quizás porque sienten cierto placer en esta ocupación.