Fragmento #8 – Tras las tormentas

Las lluvias tienen un efecto beneficioso en el espíritu; por lo menos en el mío. Sobre todo ahora, que nos falta tanto el agua. Casi alzo las manos al cielo agradeciendo el líquido cada vez que empieza a llover. Sólo después de un día pasado por agua puedes levantar la vista y ver un azul verdadero.

En mi ánimo, la lluvia invita a la recapacitación, al borrón y cuenta nueva. No me deprime. Llevamos ya unos días sin lluvia. La tierra, allí donde en Madrid se deja ver y pisar, empieza a secarse; a perder su compacidad y producir ese polvo que tanto odio. Pronto la contaminación empezará a dejarse notar; hoy lunes vuelve a soportar la avalancha de humos habitual.

La tensión laboral ha dejado de crecer y por tanto se empieza a soportar. Curiosa costumbre que uno adquiere, esta de habituarse a la exigencia. Ha llegado el punto en el que ya ni echo en falta las reuniones sociales. Pero uno encuentra cierta paz. En el teléfono que no suena, el timbre que no habla, silencio hasta en la calle...

Son rachas, lo sé; como todo, como todos, me dicen. Me he acostumbrado a no hablar de felicidad. Hoy puedo decir que me encuentro bien. Atareado, alguna cena por aquí, alguna copichuela por allá, fines de semana de descanso casi monástico.

La lluvia ha pasado, se ha llevado suciedad; y me ha invitado a volver a empezar... en parte claro.