Alnilam
| Sujet: Fragmento #8 - Querer es un riesgo 06.01.09 15:47 | |
| Viernes, 5 de Septiembre de 2008 En Matalascañas Estoy sentado sin hacer nada. Nada para la gente convencional, para mí estoy intentado redescubrirme. Los tentáculos de la oscuridad me arrastran hasta lo recóndito de mi ser, un ser oscuro y distante. De pronto, siento que la lucha entre consciente e inconsciente se ha convertido en una lucha entre el "Jaime bueno" y el "Jaime malo".
Estoy sentado en la orilla, viendo sin ver un mar que me quiere contar un secreto, bañado por los tenúes rayos de un sol que se prepara para morir una vez más. Pero la oscuridad de mi corazón me tiene tan cegado que no me permite percibir lo que me rodea, ¿por qué nadie me puede ayudar? Solo necesito que alguien me de pistas para salir de este trance.
Una ráfaga de viento me silba en el oído un pasado reciente, casi puedo sentir cómo se ríe de mí con voces lejanas qué me dicen: "¿Dónde están esos amigos tuyos a los que ayudaste a superar sus problemas?" Quiero taparme los oídos, tengo que buscar ayuda.
Cojo el móvil y escribo un mensaje de texto a mis amigos, los que siempre estuvieron ahí. Pero me desmorono cuando veo que no tengo a nadie. Nadie se merece el término amigo. Solo tengo a Rocío y a Claudio... Un momento, ¿qué fue de David? Seguramente, ya no se acordará de mí, ha llovido mucho desde la última vez. Le escribo un mensaje preguntándole qué es de su vida y de su familia. El conjunto de palabras que formen su respuesta aliviarán mi pesar, o eso espero. Acto seguido, hago lo mismo con Rocío y con Claudio.
Cuando termino miro a mi alrededor, ya no hay nadie y un viento que echa a la gente fuera de la costa comienza a soplar con toda su fuerza, ya no somos bienvenidos allí. Pero yo lo desafío y sigo sentado. El mar ya no me quiere decir nada y comienza a acariciarme los pies con sus gélidas aguas, no me muevo. No me moveré hasta que tenga una respuesta a mis sentimientos, hasta que logre saber qué me pasa. Frío e impotencia, tengo que ser superior, tengo que abandonar mi condición de humano, alcanzar la perfección para abandonar la subjetividad.
Tras unos momentos en los que creo que la eternidad se ha parado, me doy cuenta que la mía es una causa imposible, no tengo solución. Me tiendo en la arena ya húmeda por los invisibles mantos del agua. Quiero que el mar me lleve para formar parte de él hasta los confines del mundo, ser una esencia marina no por el canto de las sirenas, sino por mí. Ya hice lo que tenía que hacer, así que abandonemos esta existencia de sufrimiento. Al fin y al cabo, soy solo un nombre, una mancha de tinta en el extenso papel del Destino.
Una cálida mano se posa en mi pecho y a continucación siento el calor corporal de alguien que se pone a mi lado. No me hace falta abrir los ojos para saber que se trata de Adriana. Me besa el cuello, señal que nuestra disputa de esta tarde ha concluído en una segunda oportunidad. La miro y sus hermosos ojos verdes se encuentran con los míos. - No estás solo, Jaime. Me tienes aquí. Pero necesito que confíes en mí, que me cuentes lo que te turba y juntos podremos solucionarlo. Quiero que tus problemas sean mis problemas. Le sonrío, y ella me corresponde. Me inclino hacia ella y la beso como si temiese porque mi vida se escapase en aquel acto. Comienzo a acariciarla al tiempo que las suyas son más intensas, sé por dónde va y cómo va a terminar esto. No puedo.
No hay despertadores que me despierten del idilio, solo un imbécil con principios que para excusándose en la frase más rídicula que se ha creado, " no puedo".
Vuelvo al mismo punto de antes, me limito a mirar al mar. El sufrimiento crece y no puedo evitarlo. ¿Por qué no puedo hacerlo? Soy tan humano como el que más y también tengo mis necesiades. Pero son necesidades invalidadas por reglas, códigos y principios. Sé que no es justo para ella, pero es lo que hay.
Me mira con sus ojazos bañados en lágrimas. Va a decir algo y creo que sé lo que es, "por favor no lo digas, amor. No lo digas." - Jaime, sé que hace relativamente poco que nos conocemos y que todo esto ha sido muy rápido, - su voz comienza a quebrarse. - pero hazme un favor y afronta esto, - se humedece los labios. - Te quiero.
Tuvo que decirlo, pero no puedo reprochárselo. Ella se levanta y veo cómo se va alejando de mí. ¿Por qué no puedo, si la quiero? - Espera, Adriana. - Le grito mientras corro hacia ella. Se vuelve con ríos dibujados en su cara por las lágrimas, la abrazo y le planto un beso. - Adriana hay cosas que nunca te he contado, pero que no podría contarte por miedo a que las viejas heridas de guerra vuelvan a sangrar. Esto es un paso muy duro para mí, este acto significa dejar morir un pasado no muy agraciado pero que forma parte de su vida. Por eso no me atrevo. Pero quiero que sepas que te amo, como nunca podré amar a nadie. Ella me coge de las manos y las mira, luego sus ojos se posan en los míos. - Jaime, nuestro destino está escrito y no podemos evitarlo. - Es cierto. - La interrumpo. - Pero si de veras me quieres, déjame dar ese paso contigo. Déjame formar parte de tu vida, quítate el escudo de una maldita vez y deja de sufrir. Se escapa de mis brazos y veo cómo sus dedos abandonan el contacto con los míos. Pero en última instancia la agarro con fuerza y hago que se vuelva hacia mí. Me encaro a ella. - Adiós al escudo, soy todo tuyo.
Nos echamos sobre la fría arena de la playa, y comenzamos a hacer el amor bajo el atento influjo de la luna, con un mar cómplice que ya no me quiero decir nada. Felices momentos acariciados por la abstracta forma de la incertidumbre... | |
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