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 Fragmento #10 - Tiempo al tiempo

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Alnilam

Alnilam



Fragmento #10 - Tiempo al tiempo Empty
MessageSujet: Fragmento #10 - Tiempo al tiempo   Fragmento #10 - Tiempo al tiempo Empty06.01.09 15:48

Miércoles, 10 de Septiembre de 2008
En Matalascañas

La edad solo es un estado marcado por el tiempo, ese elemento que a todos nos pasa factura. Ni Dios se libra del tiempo y es que en las primeras representaciones era moreno y hoy día parece el abuelito de las barbas blancas. Tampoco se libra mi dios de ese estado transitorio, mi Cigarrillo nace cada vez que abro el paquete y muere por mí en menos tiempo del que dura la vida de una mosca. No obstante, dentro de cinco minutos cuando me fume el segundo de la noche resucitará por enésima vez y todos contentos.

Estoy esperando en el restaurante del hotel a que venga Adriana, se está arreglando arriba y yo decidí esperarla en el velador que da a la parte de la piscina, vigilada a estas horas de la noche para que nadie haga tonterías.

El camarero se me acerca, me pregunta qué voy a tomar y le digo que un té helado. No tarda nada en servírmelo. El momento está servido. Solo con un refresco frío ante el paisaje de relax que forman el conjunto de la piscina, el blanco del edificio, el césped mojado y las palmeras junto con la tonalidad amarillenta ofrecida por los focos situados en la piscina y en los alrededores. Un idilio de paraíso.

Me he puesto mis mejores galas, un polo amarillo con rayas horizontales negras, mis pantalones vaqueros y mis zapatos de suela de goma, tan cómodos como unos botines. Cualquiera que me vea o que me conozca pensará que he discutido con mi supuesta pareja, pero realmente ¿qué tengo? Tan solo una persona con un nombre y unos minutos de intimidad, de sexo en una palabra.

Sexo. Seré el tío más imbécil que haya podido parir una madre porque otro en mi situación no le diría que no a tan agradable proposición y sobre todo con el cuerpazo de Adriana; pero resulta que soy el más infeliz, porque entre ella y yo no hay afinidades, no hay conversaciones, no me seduce intelectualmente, solo compartimos sexo a todas horas. La parte mala me dice que eso es bueno y la parte buena me hace una pregunta, ¿y ahora qué?

Estoy tenso desde esta mañana, un mal presagio, pero solo es eso. Veo que llega Adriana, con una camiseta roja de tirantas, unos pantalones vaqueros cortos y unas chancletas. Su pelo quedaba recogido por una cola. No me gusta.

Pedimos hamburguesas y pastel de berenjenas, otro té helado para mí y una cerveza para ella. No me gusta.

Comenzamos a hablar de libros, uno de los temas que más me apasionan.
- Me gusta mucho Ponson du Terrail porque tiene un personaje muy pintoresco...
Sé de qué personaje me habla y le voy a contestar.
- Sí, es cierto, tiene una gran imaginación pero en el fondo me recuerda un poco a Barry Lyndon...
Me mira extrañada y procedo a explicarle quien era Barry Lyndon, pero comienza a bostezar y los párpados se le caen. No me gusta.
- Bueno, saca tema tú porque ya veo que este te aburre.
- No, no, - el "no" de cortesía. - es que sabes que he tenido un día agotador. - ¿existen días agotadores en la playa a mitad de Septiembre?
- No, la verdad es que es un tema algo aburrido. - Le doy un sorbo a la bebida. - ¿Bueno y qué tal tus padres? - Espero que no suene a pura cortesía.
- Bien, bien, mis padres...
Me cuenta la larga historia de cómo están los padres, a lo que le siguió la segunda parte, de cómo se conocieron y la tercera parte que es el nexo de sus padres con sus amistades. Han pasado dos horas, soy dos horas más viejo y ella aún sigue hablando. En parte me alegro porque es un tiempo que no estoy viviendo en toda su intensidad sino simplemente dejándolo escapar y preguntándome si en vez de dejar que huya emplearlo en conocer a otra persona, no sé, por ejemplo, a la chica que come sola en una de las mesas más alejadas. Pero, no, estoy escuchando la sorprendente historia familiar de esta mujer a la que ni siquiera sé si quiero. En resumidas palabras muchos “te quiero”, pero poco te conozco.

Cambio de tema de una manera brusca pero yo no me doy cuenta
- ¿Qué música te gusta?
Y me empieza a nombrar los extraños nombres que tiene la música de hoy día y que nada tienen que ver conmigo. Le da un sorbo a su bebida y comienza a hablarme de sexo. No me importa hablar de sexo, pero con total sinceridad, ¿acaso importa tanto como para no poder vivir sin él?
- ¿Y tu con cuantas chicas has estado?
- Eso no tiene importancia, lo importante es que estamos los dos ahora aquí y juntos.
- Sí, sí, pero alguna chavalita... – mira hacia arriba y se pone a pensar. Luego me dirige la palabra de nuevo. - Yo he estado con diez tíos, pero me he acostado con veinte, y uno, Jaime, tenía un pedazo de coche.
Sonrío de mala gana pero intentando disimular lo poco que me agrada el giro de la conversación. Me pregunto con cuántos años tuvo esta niña su primer encuentro con el sexo. A los doce o a los trece años. Un momento, Adriana tiene más o menos la misma edad que yo, así que no pudo ser a esa edad; tuvo que ser a los dieciséis…
- ¿Y puedes acostarte con toda esa gente sin importarte nada mas excepto el coche que tiene?
- No, también tengo en cuenta el dinero y los músculos. – Me replica burlonamente.
- ¿Y que hay de los sentimientos?
- Los sentimientos no pintan nada en un polvo, Jaime.
- ¿Entonces qué coño estamos haciendo los dos juntos?
- Porque tú eres distinto, Jaime, tu me enamoraste desde primera hora

Esa última frase me deja en jaque por el hecho de que no soy capaz de medir la profundidad de sus palabras. Continua hablándome de cosas que no tienen la más mínima importancia para mí y nada referentes a nuestro futuro en común. Me he dado cuenta del por qué no me terminaba de llegar, del por qué no quería hacerlo con ella; creo que esta más que claro que ella no era la mujer que me debía corresponder. Me siento como un idiota he vuelto a caer en la misma trampa, con la vertiente de que más que un amor hacia Adriana le tengo un apego, en un momento de crisis aparece como caída del cielo y yo necesitaba creer en algo sólido, me aferré a su persona como a un clavo ardiendo, pero Adriana no es lo que busco en la vida. Simplemente, porque no me gusta.

Es una suerte que mi religión me permita ser politeísta y no se enoje conmigo por el hecho de haber visto la luz en ella. Abro la cajetilla y allí estuvo mi sorpresa, ya no había cigarrillos...
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Fragmento #10 - Tiempo al tiempo
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