Alnilam
| Sujet: Fragmento #24 - La botella anónima 06.01.09 17:00 | |
| Lunes, 8 de Diciembre de 2008 En Sevilla No podría determinar los metros de la estancia. Ni tampoco podría decir con exactitud los grados de la habitación. No podría decir qué oigo y mucho menos lo que siento. Porque mi alma, mi espíritu, mi vida esta tan oscura como el salón de mi casa. El tacto no me ha abandonado todavía, no puedo garantizar que dentro de dos o tres copas más siga conmigo, pero aún me permite sentir en los dedos la suavidad del terciopelo en el sillón. Sonrío por ello. Llaman a la puerta. Rezo para que sea una cajetilla de cigarrillos, pero no, es la viuda. - Hola, Elena. - Saludo sin ganas. - Joder, Jaime, qué mala cara tienes. - Es un proyecto de saludo que venía ensayando por el camino. - ¿Has dormido algo? - Siéntate y tómate una copa conmigo. Entramos. La luz que entraba del pasillo se extingue en el momento en el que sello la puerta. La oscuridad vuelve. En silencio, cojo otro vaso y lo lleno con... No sé con qué. Lo dejo en la mesa con un sonoro porrazo y me sirvo yo. El roce del vaso con el panel de cristal de la mesa me dice que ella ha cogido su copa. Silencio. - Te quería mucho, Jaime. No hacía más que hablar de tí. - Una pausa. - Siempre dijo que eras como su segundo hermano... Que eras el mejor amigo que una persona pudiera tener. - Le doy un sorbo a la bebida al tiempo que dejo que me queme las entrañas, que me consuma con él. - Él no tenía nada, pero era feliz. Me miraba a los ojos y me decía que todo lo que necesitaba era mi sonrisa, y en ocasiones, también la tuya. Pero tú nunca lo hacías. Aunque fuese de mentira, tu no sonreías. Desde aquel cursillo que hiciste. Ya no fuiste el mismo. - La gente cambia. - Respondo secamente. Doy otro sorbo. - Supongo que sí. - Silencio. Pero su voz vuelve como un trueno. - Aquel beso... - Por favor, Elena. - La interrumpo murmurando. - Solo fue un beso, Jaime. Y él se fue para siempre. Y tu... - Y yo con él. La mía es una muerte en vida. Pero me importa un carajo la vida o la muerte. Para mí son iguales. Me lamento de tantas cosas que solo puedo golpearme para llorar. - ¡Jaime éramos unos críos! ¡Fran era un niño! - ¿Por qué has venido? - Él no tenía nada y era feliz. Y tu también puedes serlo si entierras a tus muertos, Jaime. Ellos ya no pueden hacernos más daño que el recuerdo. Deja que descansen en paz, deja este asunto que no tiene más importancia que la que tú quieras darle. - Hace una pusa. - Creo que mencionaste que hay alguien más en tu vida, sé feliz. La muy zorra tiene razón. Nada me gustaría más que estar con Estrella. - Jaime, estoy segura de que Fran te ha perdonado. - Se quitó la vida porque nos vio comiéndonos la boca. - ¿No has sido un poco frío? - Pero seguro que él ya sabe que... Bueno, imagino que esto que esta pasando es una señal. - ¿Qué clase de señal? - No sé. Me giro y miro al oscuro rincón del que procede la voz. - ¿Quiéres que... Nos acostemos? Otro de sus silencios. - Algún día morirás, y cuando eso suceda, te darás cuenta de que ya has vivido tu oportunidad. Tal vez, la señal nos diga que Sebas tiene problemas y que debemos ayudarle. Me vuelvo y cojo la botella. Intento ver el nombre del veneno que me estoy metiendo en el cuerpo. - Chica, ¿de veras piensas todo eso? - Sí. - Deja el vaso vacío en la mesa. - ¿Qué crees tú? - Que tu y yo no estamos bebiendo lo mismo. - hago una pausa e intento aclararme. - Bueno, ¿qué?, ¿te hace un buen polvo? No tienes que hablarme... Luz. La maldita luz del pasillo que se filtra por la puerta abierta de la entrada. Elena se ha ido. Solo, ciego, sordo... Sin sentimientos. ¿Cuánto puede vivir un hombre sin corazón? | |
|