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 Fragmento #29 - La guinda

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Alnilam

Alnilam



Fragmento #29 - La guinda Empty
MessageSujet: Fragmento #29 - La guinda   Fragmento #29 - La guinda Empty06.01.09 17:08

Martes, 23 de Diciembre de 2008
En Sanlúcar de Barrameda

La noche se abate apasionadamente sobre el pueblo que ya vive en los sueños de aquellos que la integran. Desde mi habitación llegan, de vez en cuando, sonidos de pisadas y algún que otro lamento. ¿Para qué lamentarse? Si la muerte es un regalo más que un arrebato de esencias. Claro que habla un hombre que ha perdido todo interés en la vida y sus cualidades. Maldigo a la persona que llamara al Hospital, no tendría mejores cosas que hacer, que quedarse en una ventana, fumándose un delicioso cigarrillo y viendo un combate de presing con navaja incluida. ¡Qué hijo de puta!

Resulta que he perdido la confianza de mis padres, he perdido a Estrella, la chiquilla cada vez me echa menos cuenta; claro que en parte también me lo he buscado yo; Sara ni aparece por aquí y Elena de vuelta a Sevilla. Lo único que me faltaba era que Roberto reclamase su pisito... La Navidad se presenta deliciosamente amarga, y su blancura se torna a gris marengo. Pero, si hay algo bueno es que me debo de estar acercando a la clave del asunto. Porque sino, ¿a qué se debe el motivo del Martini drogado y los preservativos rotos?, ¿por qué Julián iba a hacer una cosa así?, ¿la tiene tomada conmigo por alguna redencilla del pasado, o es con Sara con la que tiene un asunto pendiente? La respuesta a todos estos interrogantes es: Sí, Jaime, te has vuelto loco.

Tengo que salir del hospital como sea posible. Mi padre me cree dormido y está a mi vera, dormido en una silla incómoda. Su muñeca esta destapada y me permite ver la hora en su reloj, las tres de la madrugada. Me bajo de la cama, con mucho sigilo, y entro en el pequeño cuarto de baño que hay justo en frente de mi cama.

Encima del lavabo hay una bolsa de plástico con mi camisa blanca, limpia y planchada; y la corbata. Otra bolsa, debajo con mis zapatos y una más pequeña con mi cartera y las llaves del apartamento. Y, sobre una percha, mi chaqueta. Ante el espejo me miro la cicatriz, qué cosa tan bonita me he hecho Sebas en el vientre, y yo encima le salvo la vida, si es que no puedo ser tan bueno... Me visto rápidamente y me peino un poco. Salgo y mi padre sigue en la misma pose, ni se inmuta de lo que aquí ocurre. Abro la puerta un poco y observo si hay alguien fuera, negativo. Salgo de la sala como si tal cosa y ando por el pasillo, en cuyo final hay un ascensor, pero alguien me pone una mano en el hombro. ¡Ahora sí que voy listo! Me giro muy lentamente y veo a un enfermero.
- ¿Va todo bien, chico?
- Sí, sí.
- ¿Necesitas algo?
No puedo simular mi nerviosismo.
- Sí, no tendrás por ahí un alta médica, ¿verdad?
Se echa a reir.
- Vamos a ver, has salido de la 324. - Mira una lista que porta en su mano y tras pasar algunas hojas llenas de nombres, parece ser que ve el nombre - A ver ... Jaime, ¿verdad?
- Sí, es mi hermano. - Como no sé qué puede constatar en su lista, no quiero arriesgarme a decir que es mi padre, porque de serlo sería un padre muy joven y yo un hijo demasiado mayor. - Al pobre le han apuñalado cuando volvía a casa.
- Sí, eso parece. Pero él ahora mismo está bien, ¿no?
- Sí, sí, yo solo he salido para estirar las piernas.
- ¿No necesita nada entonces? Es que al verte salir pensé... - Por Dios,¿es que este hombre no tiene más pacientes?
- Nada, gracias.
- A ti, buenas noches.
- Adios. - Me ha salido un deje nervioso.

Consigo llegar hasta el ascensor, que me deja en la primera planta. Mi libertad solo está a un par de pasos... Ya casi está. Casi está. Un momento, veo movimiento en la recepción, semblantes preocupados, al borde de la histeria, guardias de seguridad desplegándose - Jaime, ¡corre! - y a toda velocidad salgo del edifcio, los guardias de seguridad al ver mi movimiento se lanzan a la persecución para cogerme. Cruzo el umbral y el aire de la noche me da de lleno en el rostro, el frío parece solidificarse en mi garganta y casi me asfixio del movimiento, las articulaciones me duelen, la sangre parece no fluir, sudo y no he hecho más que empezar y eso por no mencionar los puntos del vientre, que también me arden por dentro. Los de seguridad siguen detrás mía y no parece que vaya a encontrar el momento en que pueda despistarlos.

Entonces, aparece un coche, es el de Elena y lo conduce ella en persona. Se ve que alguien me quiere desde lo más alto del infinito.
- ¡Sube!
No me lo repite, obedezco a la primera de cambio y arranca a toda velocidad, dejando atrás a los de seguridad, mi padre probablemente ha descubierto ya todo el pastel. Cuando perdemos de vista el hospital, el cansancio me doblega a sumirme en un sueño, Elena me habla, pero la mayor parte de mí está con Morfeo... Ya habrá tiempo de charlas y de poner en orden las pistas que tengo.
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Fragmento #29 - La guinda
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