Alnilam
| Sujet: Fragmento #37 - A la sombra de Oranco 06.01.09 17:15 | |
| Jueves, 1 de Enero de 2009 En Sierra Nevada Estrella y yo decidimos celebrar nuestra pequeña Oranco particular. Llamamos al servicio de habitaciones y nos sirvieron una suculenta cena, regada con champán y las uvas de la suerte para las campanadas. Acto seguido, bebimos suficiente licor para perder la cabeza y volvimos a hacer el amor casi al son de las campanadas. Feliz año.
Ahora la ducha es fría. Necesito algo de frialdad exterior para razonar con presición. Necesitaré algo con que abrir la puerta de la habitación de Pablo. Salgo de la ducha y me pongo la ropa interior, me asomo a la habitación y veo que Estrella duerme plácidamente. Me visto y valoro la posibilidad de ponerme la corbata, creo que no es conveniente que me la cuelgue, porque en caso de lucha o persecución podría ser un impedimento. No. Salgo del baño y acaricio la espalda desnuda de la chica. Mi chica. La arropo con las sábanas y mantas de la cama y me dispongo a salir cuando veo en la mesita de noche una orquídea. ¿Será posible que Estrella solo me dé señales? Esto es un indicio de que todo va a ir de fábula.
Llego a la habitación de Pablo. No hay nadie en el pasillo y la música de Oranco es ensordecedora, ¿cómo será en el gran salón? Abro la orquídea y comienzo a forzar la cerradura. Tras intentarlo un par de veces, cede. Empujo la puerta con mucho sigilo, hay luz. Y unos gemidos que vienen del dormitorio. Puedo ver que la estancia es igual que la mía arriba y entonces, tras cerrar la puerta con el mismo cuidado; me oculto en el armario empotrado que hay en el corto y ancho pasillo que está situado a la entrada. Los gemidos son de mujer, sonrío al pensar que Estrella y yo no somos los únicos en darle la bienvenida al año nuevo de la misma manera. Una vez dentro, corro un poco la puerta corredera del mueble e intento distinguir quiénes son los que se lo están montando. Parece ser que terminan, él se echa a un lado y me permite verla a ella totalmente, era Silvia, la novia de Pablo. Comienzan a hablar. - ¿Qué te ocurre? - Le dice ella a él. No contesta. - Es él, ¿verdad? Asiente. - Mira no sé qué fue lo que te hizo, pero... - Cállate, por favor. - La interrumpe Pablo. - No tienes ni zorra idea de lo que ese bastardo me hizo. Ella se ruboriza. - Coje tus cosas y lárgate abajo. Quiero estar solo. Ella se levanta y se acerca a él. Le va a abrazar y él le pega un puñetazo. ¡Maldito hijo de puta! - ¡Te he dicho que quiero estar solo! La chica no dice nada, tan solo deja que las lágrimas emanen de sus ojos. Se levanta con dificultad del suelo donde ha caído tras el impacto. - Dile a Antonio que venga. Se escucha el sonido de la puerta al abrirse y cerrarse. Pablo se da la vuelta y por fin le veo el rostro, pero ante aquello mis dientes se aprietan y mis ojos parecen salirse de sus órbitas, yo le conozco... Pero no es Pablo, es ¡Diego! ¡Diego, el Calavera! ¡Dios! ¿Cómo es posible?
Unos porrazos suaves en la puerta, debe de ser Antonio. Diego le abre , se escuchan unos sonidos sordos y acolchados, no los veo desde mi posición, pero deben abrazarse. - Te he echado de menos, tío. - Y yo a ti, hermano. Se ponen en mi campo visual. - Antonio tengo un pequeño problema. Desde que Marta me dijo que Estrella invitó a Jaime no he dejado de vigilarle. Ayer al mediodía llegó aquí. - ¿Cómo va a ser eso? Estaba hospitalizado por la apuñalada... - Está entrenado para resistir el dolor. - ¿Sospecha algo? - Seguro. Su querido tío le debe de haber informado bien, ¿de qué otra forma iba a conseguir el coche ese? Diego tampoco se queda corto en inteligencia. - Ya te dije que todo esto era un error. Meter a Jaime de por medio en esta operación no era buena idea, Pablo. - Merecía la pena, Antonio. Ese cabrón me metió en prisión porque traficaba con drogas, pero tenía que mantener a mi familia, alguien debía darles de comer. - Hace una pausa. - Él me traicionó, después de que le salvara la vida en una redada policial... Y así me lo agradeció, va siendo hora de que le devuelva el favor. No sabes cuánto me costó pensar en una venganza para Jaime. No quiero matarle, primero quiero convertir su vida en un infierno, quiero destrozarle psicológicamente. - Hace una pausa, lo pierdo de vista y vuelve a la escena con una botella y un par de vasos. - Cuando salí de prisión hace poco, decidí dejarlo todo, pero conocí a Sara. La chica tomó confianza conmigo y me dijo que fue novia de Jaime. Antonio, te aseguro que su historia me la sé de memoria. Me quedé con el detalle de que Jaime no quería que la cosa acabase como lo hizo, entonces, hice un trato con Sara. Ella debía pasarme información referente a Jaime y yo a cambio haría que él volviese con ella. - ¿Cómo iba a conseguir esa información si ya habían cortado? - Rocío. La pronunciación de su nombre en sus labios me enerva la sangre. - Ella es su íntima amiga. Por ella, Sara se enteró que Estrella era su nueva pareja. Entonces, me dí cuenta de que la tela de araña se estaba tejiendo prácticamente sola, sin necesidad de atar cabos sueltos. Estrella, íntima amiga de Marta y esta a su vez de Silvia, mi novia. Y adivina, ¿quién estuvo estudiando Periodismo? Sebastián. - Toma un sorbo del vaso y veo que Antonio lo imita. - Hablé con él, y le dije que Jaime se había ido con otra fulana. Se puso echo una furia y le dio el toque de queda en el portal de su casa, yo lo vi. Sabía que Jaime, al ver amenazada a su chica, le gustaría tener controlado a Sebas pero para llegar a él debía pasar antes por Sara. Volví a hablar con ella para trazar el plan. Ella no debía beber de la botella de Martini, estaría drogada para que Jaime perdiera la consciencia, lo desnudaríamos y Sara pasaría una noche romántica con él. Jaime al poco tiempo debía recibir la noticia de que había dejado en estado a Sara, de esa forma ella estaría con él y Jaime sería el tío más infeliz del mundo. - Solo que tu preparaste también los preservativos en caso de que la reacción fuese otra, ¿no? Diego se ríe, será cabrón. - Pensé que podía correr la suerte de que ella se quedase en estado, de veras. - ¡Qué cabrón eres! - Comenta burlonamente Antonio. - Invité a Sebas a que viniera, esa noche podría resultarme útil. Le dí suficiente información, facilitada por Sara, y se quiso tomar la justicia por su mano. En ese momento, me dí cuenta de que Sebas era un peligro para mis planes, por ello le quise echar el coche encima, pero el maldito Jaime... - Tranquilo, Pablo. Si está aquí acabaremos con él. - Antonio se termina el vaso. - Oye, ¿qué ha pasado con Silvia? - No es asunto tuyo. Estoy esperando una llamada del gabacho. Atiéndele. - Bien. El Calavera sale de la habitación y Antonio entra en el cuarto de baño. Tengo que hacerme con ese móvil cómo sea y creo que no será difícil. La cadena del retrete se hace escuchar y segundos después, se escucha el pestillo descorrerse. Su cara se queda pálida cuando me ve y para entonces ya le he pegado un puñetazo en la cara. - Dulces sueños, amor. Cojo el móvil que Diego señaló. Me lo meto en el bolsillo y cojo lo que queda de la botella de licor y se la derramo a Antonio encima. No puedo robarle el móvil o sino ya sabrían que estuve aquí. La idea era desviar la llamada al móvil de mi tío y él que hiciera lo que creyera oportuno. Saco el mío para llamar al tito, pero se me descompone el alma cuando oigo sonar el de Diego. Un escalofrío me recorre el cuerpo cuando leo el nombre, "Monsieur Gervase". Descuelgo. - ¿Sí? - Allo, ¿quién eges? - Muy marcado el acento francés. - Soy Antonio. - Ah, bien, bien. ¿Qué ha pasado, pourquoi tenemos que cambiar el día de la geunión? L´Oganco ega una tapadega pegfecta. - Eh... - Venga, machote, a ver¿qué coño le dices ahora? - Tenemos un problema con un agente de seguridad del país. - Mon Dieu, ¿de quién se trata? - Parece ser que se llama... Mario. - No me gusta esto. Quiego que lo mateís si pensaís que sabe algo. - No sabe nada, seguro, monsieur. - Eso espego, Antoine. De lo contragio, tu cabeza me la servigán en una bandeja de plata. - Oui, monsieur. - ¿Qué pasagá con la geunión? - Debemos celebrarla en la antigua fábrica de tabacos de Sevilla, lo que ahora es la Universidad de... - Oui, oui. - Dice en un tono irritado. Se hace un silencio momentáneo. - Miégcoles, 7 de Enego. A las ocho horas y veinte minutos exactos. Old Ward. - Old Ward, monsieur. Cojo el móvil y memorizo el número del gabacho. Luego lo borro y dejo el teléfono en la mano de Antonio. Adiós a la sociedad de Diego con monsieur Gervase.
Salgo de allí y subo a la planta de arriba por las escaleras de emergencia. Abro mi habitación y ella todavía duerme. Me desnudo rápidamente, y me echo junto a ella en la cama, sintiendo el calor corporal que ha dejado. Abre los ojos y me mira. - ¿Dónde estabas amor mío? - Pues... He tenido que atender una llamada, nada importante, cielo. Y vuelve a cerrar los ojos, mientras su brazo derecho se posa en mi pecho. La constante de su respiración me encanta, me vuelve loco. La beso en la frente y dejo que el sueño me invada. | |
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