Fragmento #10 – Al fondo del pasillo

Hace un poco de frío. He hecho bien en traerme la gabardina. Sí. Me gusta eso de estar envuelto por un mantón enorme con muchos bolsillos. Me paro frente a la puerta y me revuelvo el pelo. Bar Eureka. Aquí hemos quedado.
-Hola, buenas noches. He quedado con Villarán.
-Sí, sí, está al fondo del pasillo.
No sé por qué, me he puesto nervioso. Lo veo en una mesa, con una cerveza y hablando con otro tipo. Apenas me acerco me mira, se despide de su amigo y me invita a sentarme.
-¿Qué tal? – me ofrece la mano. La cojo, y noto que aprieta – Habíamos quedado a y cuarto, ¿verdad?
-Sí.
Es un momento incómodo. Claro, hace una semana voy al Platea, lo veo hacer tonterías y recitar algún verso de cuando en cuando, y le comento mi situación. “Verá, perdone, soy un poeta joven que ha decidido abandonar su pueblo para buscarse la vida en el mundo éste y me ha gustado mucho lo que usted ha hecho y…”. Qué bien mientes cuando llegas a este punto, David.
-Bueno. Pues hombre…
-Le he traído algunos poemas – saco de la gabardina un montón de papeles. Retorcidos, sueltos, doblados. Pero enumerados, eso sí. Faltaría más.
-Gracias – los coge, los guarda -. ¿Quieres algo de beber?
-Cerveza.
Me pide una cerveza. Bueno, al menos, algo que me llevo.
-Bueno, no sé. ¿Cuánto tiempo hace que escribes?
-Desde los catorce años.
-¿Y cuántos tienes?
Se ha echado hacia delante. Doy un trago a la cerveza.
-Diecinueve.
Se queda pensando, así que miro a mi alrededor. Otra vez, una chica guapa al lado de la barra…
-Interesante.
Doy otro trago. ¿Interesante?
-Oye, chico. ¿Has oído hablar de la perfopoesía?