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 Fragmento #50 - Descontrol

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2 participants
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Alnilam

Alnilam



Fragmento #50 - Descontrol Empty
MessageSujet: Fragmento #50 - Descontrol   Fragmento #50 - Descontrol Empty23.01.09 2:36

Viernes, 23 de Enero de 2009
En Sevilla

- ¡Hombre si es mi niño!
Su cara sonriente, pero sin sentimiento. Intenta camuflar todo el pesar, sus largas jornadas de trabajo imparable, los beneficios perdidos, las ventas... Pero nada de eso es comparado al tiempo perdido, a las horas que podría estar compartiendo con sus niños, a las horas que podría estar amando a su mujer, a las horas que podría dedicar a estudiar lo que a él más le guste. El tiempo pasa y no perdona. Hoy cerrará, para volver a abrir mañana por la mañana a las nueve. Y él siempre estará ahí.
- ¡Hola, papá! - Al igual que él, mi tono pretende camuflar mi pena, mi frustración, mi rabia... - ¿Cómo estás?
- Bien, tú sabes... ¿Qué haces tú por aquí?
- Pues, paseaba y me dije de venir a verte.
- Pues has venido puntual, dentro de cinco minutos tengo un pequeño descanso. Podemos tomar un café por aquí.

Entran varias personas, algunas le saludan llamándolo por su nombre; otras lo hacen con una mueca de desconcierto y le hablan de usted. Una de las personas porta en la mano un jersey y una camisa blanca. Se dirige a mi padre, que está mostrando a una pareja, varios modelos de trajes. Estos parecen estar en duda entre dos trajes y mi padre atiende a la mujer que lleva las dos prendas. Me acerco con disimulo, no quiero que me vea el jefe, creo que tiene la puerta de su despacho abierta. ¿Me pregunto para qué coño tendrá un despacho? Sí, es eso, seguramente, es donde se follará a su secretaria. Pero es la voz de la mujer la que me devuelve a la realidad.
- Y si te quedas en el paro, ¿qué va a ser de tí? ¡Qué tienes dos niños! ¿Es que tu jefe no se fija en eso?
¿Cuántas veces ha venido mi padre a casa contándome la misma anécdota? Ahora me doy perfecta cuenta de que es totalmente verídico. Hay personas que quieren a mi padre... Pero, siempre hay un cabrón que nos tiene que devolver a la triste realidad y son sus pasos, sus pasos acelerados hacia la tienda en sí, se dirige al lugar donde ha escuchado esas preguntas. Mi padre ni siquiera ha tenido tiempo de responder.
- Yo le he ofrecido la otra tienda... - Comienza a decir con voz autoritaria.
- No, perdona, la otra tienda se la has vendido a unos chinos. La otra tienda que por ser más chica, pides menos de alquiler, se la has vendido a los chinos, en vez de hablarlo conmigo primero. - Responde mi padre.
- Bueno, también te he ofrecido esta.
- ¿Cuánto le pides a tu encargado? - Pregunta ahora la mujer.
- Tres mil euros, al mes.

No me equivoco, una chica sale del despacho del jefe. Es joven, puede tener mi edad. Me sonríe. Y en otras circunstancias, hubiese tomado su sonrisa como un claro indicio para conquistarla, pero no tengo ganas.
- ¿Eres Jaime?
- Sí.
- Yo soy Melissa. Soy la secretaria de...
- Sí, sí. Ya me lo imaginaba.
Nos quedamos viendo la escena unos segundos.
- ¿Y no te da nada por cuerpo dejar a este hombre, ahora, en la puta calle? - Vuelve a preguntar la mujer, alzando la voz. - Después de lo que ha trabajado la criatura, que en más de una ocasión no ha podido irse a almorzar a su casa, que tú no le has pagado ni un puto bocadillo para que comiese aquí...
- Te voy a decir una cosa, en este mundo, solo hay una persona por encima de mí, y ese es Dios.
El jefe se vuelve a meter en su despacho, enojado.
Mi padre me hace una inclinación con la cabeza para que me dé cuenta de la situación, mientras que la mujer sigue hablándole.
- Anda, Jaime, sé un buen caballero e invita a Melissa a tomar algo.

El bar no esta lejos, ella pide un batido de fresa y yo un café. Tras intercambiar algunos cumplidos, que antes podrían tener alguna connotación casi erótica, hablamos de la difícil situación.
- Supongo que las cosas le deben de ir muy mal para que cierre la tienda.
- Él afirma que la crisis no le afecta, ¿sabes? Pero entre tú y yo, está dando boqueadas. No puede mantener la tienda, y su excusa es que quiere disfrutar de su jubilación.
- Joder, dinero, jubilación, complejo de mesías... El cabrón lo tiene todo, ¿no?
- Algo así, pero, además tiene maneras extrañas.
La miro extrañado y rápidamente me quiere dar una explicación.
- Sí, es un hombre que a pesar de lo que ha hecho... Le está buscando empleo a tu padre.
- Pero también está pensando en la forma de quitarle ceros al finiquito.
- Sí. - Me echo las manos a la cabeza, ¿cómo podría ayudar a mi padre? Con tantas cosas como sería capaz de hacer y... Unas manos finas, frías, acarician uno de mis hombros, es Melissa, ¿adónde cree que va con esas confianzas? ¿Cree que le voy a dar un trato de favor porque me haya contado todo esto? ¿Cree que le debo algo? ¿Acaso le doy pena? - Pero tu padre es un profesional en su campo, y estoy segura de que lo conseguirá, Jaime. ¿Sabes lo ocurrido con el representante inglés de una de nuestras firmas?
- No. - Le digo retirándole, con disimulo, la mano. - ¿Qué pasó?
- El inglés cuando vió la selección de mi jefe, dijo que tu padre tenía más gusto.
Algo se cruza en mi mente. ¿Y encima lo iba a tratar así? Salgo rápido de allí y me voy a la tienda, sin prisa, pero sin pausa. Entro sin saludar, directo a la trastienda donde está el despacho. Abro su puerta sin llamar, allí estaba, ante la pantalla de su ordenador con los pantalones bajados. Un cuadro patético. Cierro la puerta y su reacción es ponerse el pantalón.
- Jaim...
No le doy tiempo a más, me harto de pegarle puñetazos en el rostro y patadas en el costado. ¿Dónde está ahora tu mesías, eh? ¿Te duele, cabrón? El sudor se apodera de mi rostro, los dientes apretados, su cara... llena de moratones.
- Escúchame bien, hijo de puta, - comienzo a decirle. - Quieres cerrar la tienda, me parece bien, pero procura que mi padre llegue hoy a casa a una hora decente, que no pierda más almuerzos y que dejes de buscar la forma de quedarte con su dinero, ¿estoy hablando clarito? Porque de lo contrario, vendré aquí y te trasladarán al Hospital más cercano.
Lo dejo tirado en el suelo, lloriqueando como un bebé. Voy a abrir la puerta, pero vuelvo al cuerpo del suelo, me acerco a su oído y pronuncio con claridad.
- Ni se te ocurra poner una denuncia, porque entonces, volveré - ¿Se puede saber por qué sonrío? - remataré el trabajo que he empezado hoy y te trasladarán a un tanatorio.

Salgo, la cara de mi padre está pálida y Melissa no parece dar crédito a la realidad. Mis nudillos están reventados.
- ¿Qué has hecho, por el amor de Dios?
- Lo que Dios, precisamente, no hace, papá. Repartir justicia.
Me voy de la tienda, escuchando cómo los dos se acercan al jefe.
Ahí viene mi autobús.
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Nekkar





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MessageSujet: Re: Fragmento #50 - Descontrol   Fragmento #50 - Descontrol Empty23.01.09 21:29

Se está volviendo un Latin King...
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Fragmento #50 - Descontrol
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