Fragmento #55 - Prioridades personales

Todo indicaba que iba a ser un día perfecto. Para empezar, había muerto para la gente que está presente en el rutinario día a día; lo cual me demestró que ni estando muerto le importo a nadie, pero, ¿qué pretendo? A nadie le importa un saco de huesos sin personalidad. No tenía ninguna llamada en el móvil.

Procedí a levantarme de la cama, sentía ganas de poner los pies en la tierra, estaba vivo, ¡vivo! El cansancio se ha cobrado su factura y me permite moverme con total normalidad, pero una mano, que se posa en mi pecho, no opina lo mismo. Mis dedos siguen el brazo, desnudo, de Elena, que yace en la cama conmigo. ¿Qué demonios...?
- Hola, mi amor.
- Elena, perdona, si me pregunta es un poco grosera, pero... Ya me conoces, tengo la imperiosa necesidad de preguntártelo... - Ella sonríe, sabe qué contestarme. - ¿Qué coño estás haciéndo, medio desnuda, a mi vera?
Se ruboriza.
- Lo siento, Jaime. Ayer te escondí en mi cuarto, llegastes aquí y te desplomaste, así que te metí en mi habitación. Te desnudé...
- ¿Me desnudaste? - La interrumpo con algo de ironía.
- Sí y cuidé de tí, todo el día.
- ¿Siempre te acuestas desnuda?
- Bueno... Yo, no. Lo hice... Porque... - Le tiembla la voz, ¿va a llorar?
Sí, comienza a llorar.
- Tranquila, era una broma, tonta. Anda prepara café y haz algo verdaderamente útil.
- ¿No te preocupa si pasó algo anoche?
- Si pasó algo bien por tí, mal por mí. Podrías habérmelo hecho como veinte veces y no sentir nada.
- ¿Tan poco te importo?
- Café, con poca azúcar.
Me levanto y la dejo en la cama.

Posiblemente, los muertos ya no importen, pero, lo importante para mí, es que a mí no me importa ya nadie. Tengo que ir a Sanlúcar, y luego desapareceré para el mundo... Aunque no creo que a él le importe, en absoluto.