Jueves, 19 de febrero de 2009
En Barcelona
El portero me mira de arriba a abajo y le dedico mi mejor sonrisa. No puedo tener tan mal aspecto, ahora con la pensión. Pelo limpio, jabòn. Si acaso, debería desconfiar de mi cara de mezclar café con ginebra. Finalmente me deja pasar. Cojonudo.
Me arden los oídos. Me arden los oídos. Atravieso esa marea de gente feliz (o quién sabe qué) para ver si alcanzo la barra. No puedo quitarme de la cabeza el "Me he perdido"de Nacho Vegas. Yo también, hermano. Daría cualquier cosa por pensar en otra cosa, o no pensar. Esto es una discoteca. Alguien debe vender pastillas mágicas. Me arden los oídos. Llego a la barra, y me siento a lado de una muchachita. Es guapetona.
- Hola, guapa. ¿Qué estás tomando?
- Licor 43 con granadina - toma ya.
Por fin, una camarera de piercing en narices y labios repara en mi presencia.
- ¿Le pone otro a la dama? Y otro para mí – a ver si no reviento, que a estas alturas debo ser un cóctel muy gracioso.
- Muy amable.
- Es lo mínimo que este humilde servidor puede hacer - para llevarte al catre, pero la sutilidad suele quedar bien.
- Salud.
- Salud, hermosa – y para dentro. David, qué grande eres. Aún en pie. Pero qué grande.
- ¿Tienes algo para la cabeza? – y esta es la verdadera pregunta, claro. Queda muy mal preguntar (a lo Extremoduro una vez, me lo contaron) si hay un camello en la sala. Pero que muy mal.
- Ten – busca en el bolso y me da una pastilla. Me la meto en la boca y dejo que el alcohol la entierre en mis entrañas. A saber qué me ha dado. ¿Me matará? - No eres de aquí, ¿no?
Uy. Vas a tener que dar muchas explicaciones, David. Muchísimas. Y la verdad es que ni siquiera yo lo sé, no estoy seguro de nada.
- No. Pero, ¿qué importa de dónde sea? - si estamos aquí y no allá.
- Nada.
- Tú tampoco eres de por aquí, ¿qué haces en Barcelona? - pregunto. Igual he sido cruel y su historia sí que me interesa.
- ¿Acaso importa? – la puse borde. He perdido...
Qué sueño. O no, qué...cansancio. La palabra es cansancio. Cuando te gustaría dormir 20 horas seguidas.
- Aquí hay mucho ruido, voy al lavabo, ¿me acompañas? - que quede claro.
- ¿Qué hay en el lavabo que no haya aquí? - uy...¿le brillan los ojitos? Me acerco aún más.
- Más silencio… y un mundo entero por descubrir - le digo, me lo juego todo en un susurro.
- Me apetece hacer turismo.
Y me trago el licor 43 con granadina, y nos vamos juntos, y por un instante las piernas me tiemblan un poco menos y me siento a salvo.