Fragmento #70 - Actitudes poco convencionales

- Podemos prescindir de sus servicios, Jaime.
Pero, ¿de qué coño me está hablando?
- A partir de ahora la educación profesional del niño correrá de mi cuenta.
- No creo que eso sea algo positivo.
- Me importa muy poco lo que piense.
- No lo dudo, pero ha tenido trece años para encargarse de su hermano y, ¿lo va a hacer ahora? Sinceramente, esperaba mucho más de usted, no que fuese una usurpadora para atribuirse los méritos por el progreso del chico.
Me mira simulando estar sorprendida.
- No se trata de méritos, Jaime. Yo ya tengo los míos, - marchando una de medallitas para la mesa uno. - y no me hacen falta los de mi hermano. Le estamos muy agradecidos por lo que ha hecho, pero esto ha llegado al final.
- Bien, si ustedes insisten...
- Insistimos. - Aclara ella tajante.
- Le mandaremos un cheque por los servicios prestados y un dinero adicional.
- ¿Adicional?
- Sí. - Hace una pausa. La voz se quiebra un poco, ¿acaso es algo de inseguridad? - Nadie debe saber lo que le ocurrió a José Carlos.
- ¿Sus padres no lo saben?
- No es asunto suyo, Jaime.
- ¿Le pasa a menudo? - Bueno, no te enteras, Jaimito, ¡que no es asunto tuyo!
- Ignoraba que fuese usted médico.
- Lo digo porque puede ser algo grave, en el caso de que...
- Con su permiso tengo cosas que hacer ya es tarde para que esté aquí hablando con usted.
Llega Josecas. Parece que se alegra de verme. Lástima que yo ya no me alegre de ver a nadie y, sin embargo, a él no le puedo negar una sonrisa tranquilizadora, de las que parecen decir que no hay de qué preocuparse y sí, hay mucho por lo que estar inquieto. Josecas en manos de su hermana puede significar su perdición o quién sabe, lo mismo lo convierte en un hombre mejor formado de lo que yo pudiera hacerlo. Pero me sigue escamando, aquí hay algo extraño que viene a raíz de lo que pasó la última vez.
- Hola, Josecas.
- Hola, Jaime. - Mira a Alicia, su hermana; en su mirada parece suplicar. En definitiva, no es una buena idea la de Alicia. - ¿Puedo hablar con él?
Alicia me mira de soslayo y asiente con la cabeza, al tiempo que, en un tono maternal, se dirige a Josecas.
- Solo cinco minutos. - Joder, ni que yo fuese un vicio malo.
- Venga, por favor, un ratito más.
- Josecas, ya sabes lo que pasa si no me haces caso. - Eso ha sonado muy mal, Alicia. La niñata me mira. - Además, Jaime tiene prisa.
Alicia se pierde en el interior de la casa, pero sé que la muy zorra debe estar en alguna parte, escuchando.

Josecas habla de sus últimas notas, notables. Sonríe y señala el libro que traigo en la mano. Se me ocurre una brillante idea.
- Trata de unos robots que inician una invasión secreta en el mundo, ¿sabes? E instalan en los terrícolas unos micrófonos para ser escuchados en todo momento. ¿Te puedo contar un secreto? - Me desabrocho la camisa y me arremango la camiseta que llevo debajo. - ¿Ves este lunar encima del ombligo? Es un micrófono. Yo soy uno de ellos. Vamos a ver si tú eres uno de la comunidad.
Me siento mal, estoy jugando con las ilusiones del niño. Pero me hace caso, se arremanga el polo que lleva y me enseña el abdomen. Nada, ni un solo moratón. Por ahí te vas a escapar Alicia.
- Josecas, escúchame bien. Tu hermana no quiere que vuelva a darte clases. Es más ni siquiera quiere que tu y yo hablemos. Ya sabes que nosotros nunca nos hemos llevado bien. Pero cualquier cosa que necesites llámame, ¿vale?
- ¡No puedes irte, Jaime, somos un equipo!
- No, no, tu eres el campeón. Yo solo te he guíado. Ahora tendré que guiar a otros niños. Ya sabes sino lo que te va a hacer tu hermana.
Parece reflexionar.
- Por cierto, ¿qué es lo que te hace tu hermana?
- José Carlos, han pasado los cinco minutos. - Puntual.
- Me voy, señor y señora.