Fragmento #77 - ¿Qué hacer?

Dicen que Bolonia pretende hacer partícipe a los alumnos, al menos los de Historia, de la Historia en sí. Bien, yo como buen chico obediente y adaptado a las nuevas corrientes, he hecho a Rocío partícipe de mi historia. La concerniente a Alma.
- ¿Mañana la vas a ver? - Me pregunta sonriendo.
- Seguramente.
Sacude la cabeza, un gesto que no se lo he visto hacer nunca. Sonríe con incredulidad y habla.
- ¿Sabes? Te he visto ilusionado cuando has empezado con alguna chica. Y han sido unas cuantas, Jaime. No sé cuántas veces te he visto feliz, eufórico de haber conquistado el corazón de una persona... Pero, ahora, no sé; Alma es otra chica más, para mí. Eso sí, a ti no te veo tan feliz y contento, parece que recelas de ella. ¿No te fías?
- No.
- Lo mismo eso la convierte a ella en la mujer de tu vida, ten en cuenta, que estando pletórico por una chica, nunca tuviste mucha suerte.
- Con Sara lo estuve y fue una suerte.
Fruñe el ceño. No la he convencido.
- En serio, ¿fue una suerte?
- La amo.
- Amar es una palabra que te queda grande, Jaime, ¿nunca te lo han dicho? Además, ella está muerta.
- Pero a mí me enseñaron que las personas, como los recuerdos, viven en nuestros corazones.
- Jaime, ¡por el amor de Dios! ¿Quiéres hacer el favor de poner los pies en la tierra? Hablas y comportas como si fueses un crío. - Hace una pausa. - Jaime, decide, o Alma, que esta viva; o Sara.
- Sara fue una suerte, y lo sigue siendo; ella me aportó muchas cosas.
- No lo creo, pero aún así, no te aportó lo suficiente.
- ¿No?
- ¿Qué te aportó? - Replica.
- Pues...
- ¿Cariño? ¿Amor? ¡Vamos, Jaime! Contigo fue un témpano.
- Sin embargo murió por mí.
- ¿Quién ha dicho que lo haya hecho por ti, Jaime?
Tienes razón.
- Jaime, no te sientas culpable por su muerte, tu no la mataste. Ella se introdujo en un juego peligroso, le quedó grande y se suicidó. Nada más. Ahora tienes una nueva ventana abierta, Alma, ¡asómate, coño!
- ¿Crees que me quiere? - La eterna pregunta.
- Creo que quereís empezar a conoceros. Ella lo ha demostrado; y aunque tu no lo quieras ver, también lo has hecho.
- ¿Un predestino? ¿Esto es obra de alguien que teje los hilos de nuestras vidas?
- No creo en eso que dices, Jaime. Pero si es así, disfrútalo. Y afronta las cosas tal y como te vengan dadas.
- ¿Y si estoy con ella y no dura?
- Pues a empezar desde cero, Jaime. Resurgir como un fénix, desde las cenizas.
Lo último no me termina de alentar, no es una respuesta que me decline por empezar algo nuevo, pero, aún así voy a reflexionar sobre el tema.
- Llévale algo bonito, ¿qué tal unas rosas rojas?
- Buena idea.
Rocío mira la hora y coge su maleta.
- Bueno, Jaime, te dejo ya. Tengo clases dentro de unos minutos.
- Que te sea leve.
Voy a apurar el café cuando suena mi móvil. Es un número oculto, Descuelgo.
- ¿Jaime? - ¡Oh, no! Por favor otra vez no, no lo soportaré más si esto vuelve a ocurrir, la sangre, la tensión, el azúcar, lo que coño sea se me está bajando nada más de pensar en su voz. - Tenemos que hablar.
- ¿Por qué?
- No es forma de que dos amigos como nosotros se traten por teléfono, Jaime. ¿Podemos vernos mañana?
- ¿Mañana? Imposible.
- Podemos vernos en Sanlúcar de Barrameda. - Genial, el hijo de puta sabe que los viernes voy para allá.
- Te he dicho que mañana es imposible.
- ¿Vas a ver a alguien?
- Sí.
- ¿A la pobre Sara? - Silencio. - ¿O a Alma? - Hace otra pausa y añade. - Tenemos que hablar urgentemente.
- ¿No podemos hablar por aquí?
Tan solo me responde el monótono e incansable sonido que me indica que mi interlocutor ha colgado.