Domingo, 5 de Julio de 2009
En Barcelona
Tengo que parar. Pablo me está mirando desde la puerta del pasillo. Supongo que la escena es un poco impactante: las siete y media de la mañana con dos ceniceros a rebosar y dos litros de cerveza a una distancia sugerente. Uno de ellos vacío y al otro aún le queda. Pues para acá que se viene.
- Te ha dado fuerte.
- Sí, sí - le sonrío. Ahora mismo, debo de parecer un yonki -. Por eso no quiero parar. Intento aprovechar todo el tiempo que me dure.
Se acerca, se encara al ventanal y se queda mirando una Barcelona somnolienta. Yo aprovecho que no me mira para beber, ahora que me siento menos culpable. Se fuma un cigarro y luego se acerca. Se sienta a mi lado.
- ¿Qué es?
- No lo sé. Aún no lo sé.
- ¿Cómo se llama?
- ¿Se llama?
- Se titula.
- Ah.
Tengo que parar. Parpadeo con fuerza y lo miro. Me echo a reír por lo ridículo de la situación.
- La mujer de agua. Se llama "La mujer de agua".
- ¿De qué va? - Una pregunta agujero o topera. O madriguera. A saber. ¿Cómo puedo responder a eso?
- No lo sé. Fragilidad, tal vez. Tal vez vaya de fragilidad.