Viernes 2 de Octubre de 2009
En Sevilla
-¿Esas tetas se venden por separado?
El agudo comentario de tío de la camiseta verde me sobresaltó. Sé que es lo peor en estos casos, pero no pude evitarlo: me paré a mirarle. Tendría unos veinte años. Pelito largo para hombre, barba de un par de días, gafitas finas y ojos rasgados. Era inconfundible. Jose (sí, sin tilde aunque el Word no me lo reconozca, que está de moda ahora). No me alegraba de verle en absoluto. Bueno, puede que un poco sí.
- ¿Qué haces aquí rubia? –preguntó dándome dos besos
- He quedado, ¿y tú?
- Dando un paseo –Abrió un paquete de cigarrillos y me ofreció. Jose es ese tipo de persona a la que siempre se le ve abrir los paquetes de tabaco pero nunca terminarlos. Negué su oferta. Dobló los labios. – ¿Tú no fumabas?
-Antes, a veces.
- Ah, sólo fumas cuando bebes, es verdad. Se me había olvidado, perdona.
Le miré extrañada y se percató de ello.
- ¿Qué pasa? –preguntó encendiéndose el cigarrillo. El mechero era de esos que se abren de metal ¿cómo se llamaban?. Muy masculino, por cierto, mucho más que el propio Jose.
- Nada, es sólo que… no me imaginé que te acordases.
- Niña, yo soy un genio.
- Claro, para niños de cinco años. Y por cierto, soy mayor que tú, así que de niña nada.
-Mira a la tía, que subidito que se lo tiene.
Me eché a reír. Me senté en el banco que tenía justo detrás y crucé las piernas. Me miró nada disimuladamente.
- ¿Y con quién habías quedado? –dijo dándole una calada a un cigarro.
- Si te soy sincera… con nadie.
- Eso me parecía a mí.
Le dio otra calada al cigarro. El humo se distribuyó, a la hora de salir, de manera perfecta entre sus orificios nasales y sus labios. Casi podía sentir cómo el alquitrán se iba adosando a sus pulmones. Nunca la contaminación me había parecido tan interesante de explorar.
- Así que… ¿adónde vamos?
No fue hasta horas después, tumbada en la cama sin poder dormir, que recordé la marca de aquel mechero. O tal vez tan solo la miré en la mesilla de noche.