Fragmento #122 - C´est la vie (y ahí que te dí)

Está claro. El ser humano es torpe. A decir verdad, muy torpe... ¿O solo lo soy yo?

Mírate, Jaime... En un espejo, no, hombre. Mírate las espaldas y dime cómo es posible que hayas caído por enésima vez en la misma piedra de tu recorrido por la vida.

Tienes veintiún años. Estudias Historia, la cual ahora compartes con tu nuevo trabajo en el Carrefour de Camas. La carrera no te va bien... La verdad es que nada te va cómo debería irte, pero, al menos, en el primer ámbito has demostrado que puedes superarlo, aunque tengas que desembolsar la nada desestimable cantidad de 1.200 euros.

Es entonces, cuando te planteas volver al mundo secreto del capitán Francisco Francia, pero vaya... Va el hombre y tiene un accidente... A la mierda mi fantasía.

El segundo ámbito, la vida. Sigue siendo un sueño. Perdona, Jaime. Una pesadilla. Miras atrás, como te pedía al principio y descubres que tu vida no son más que breves recuerdos placenteros, vivientes o ya muertos, en los brazos de una buena mujer...

Sara, Elena, Estrella, Adriana, Alma... Y tu vas y haces puff, bin - ban y te lías con Diana en los probadores del Carrefour. ¡Qué original!

Buscas soluciones. Sin embargo, ¿acaso tuvo solución Sara?

Intentas quitarte la vida, pero, no son más que intentos, don Jaime, porque cada vez que juegas a la ruleta rusa con la Muerte, descubres que el revolver no tiene balas y, ¿qué te queda? La patética e irónica sonrisa de la dama de la guadaña, que se burla de ti.

Y todo por qué.
Por el fruto de un vientre anónimo.
Y, entonces, te preguntas algo, cuanto menos inquietante porque a pesar de querer quitarte de en medio, tu cuestión tiene connotaciones futuras: ¿Qué vas a enseñarle a los niños cuando seas profesor?

No son reflexiones que se hagan ante una chica a la que acabas de conocer y menos aún cuando te está trabajando una de tus dos cabezas, hijo.
- Diana...

Suena bien...

Crossover con el #156 de Diana