Lunes, 19 de Abril de 2010
En Boston
Lo que más me gusta de Diana es que sin saber dónde está, te lleva como perico por su casa... Lo cual la hace adorable o simplemente estúpida. ¿Qué pasaría si nos perdiésemos? Bueno, claro, siempre saldría el macho condenado y nos sacaría del apuro. Pero no creo que haga falta. Para Diana, la dirección de la casa es tan mítica como el 221B de Baker Street, de Sherlock Holmes, en Londres; o el 742 de Evergreen Terrace, de la familia Simpson, en Springfield. La probabilidad de que este GPS andante se pierda, como diría C3 - PO, es de una contra un millón. Casi nada.
Llegamos a la casa. Bonita, pero muy típica. Si no hubiera visto tantas pelis, probablemente, me hubiese impresionado, pero lo cierto es que solo me arranca una sonrisa.
- Es bonita, ¿verdad, Jaime?
Ahora me río.
Alexandra y Miguel nos reciben con los brazos abiertos. Se rompen en amabilidades.
La futura condenada se lleva de la mano a Diana y yo me quedo a solas con Miguel. Parece gilipollas, pero no se lo diré en la primera cita... Mejor, cuando lleguemos al Baileys.
- ¿A qué te dedicas, Jaime?
- A romper matrimonios. - Contesto sonriendo. No le pregunto en qué trabaja, porque tampoco me importa mucho. Me alegra saber que la sangre ha dejado su rostro.
- Espero... Que no el mío.
- No se me ocurriría romper la boda del amigo de mi amiga. - Que no lo dudes.
Miguel mira pensativo a un rincón de la casa.
- ¿He dicho algo malo?
- No, no. - Sonríe - Entonces, sois amigos.
- No lo llamaría así, pero se puede decir que sí. - Cambio de tercio. - Por cierto, teneís una casa preciosa.
- ¡Oh, gracias! La decoración ha sido cosa de Alex.
Me extraña que la tetona tenga tan buen gusto.
- Ven, te enseñaré el resto.
Llegamos a las señoritas que hablaban sobre niños... Si yo le contará a la pechugona...
- Bueno, ´¿dónde os conocisteís?
Oh, Dios mío. Esta visita va a ser muy larga.
- En la cárcel. - Contesta Diana.
- En el Carrefour.- Digo yo a la vez. Diana y yo nos miramos.
Va a ser larguísima.[/justify]