Dénébola
| Sujet: Fragmento #9 - Pecado sabor a guinda 05.01.09 21:08 | |
| Lunes, 25 de febrero 2008 En Valparaíso A Gabriel le gusta decir que estamos como John y Yoko: encerrados en el departamento y todo el día metidos en la cama. Se ha portado como un cielo. Lleva ocho días atendiéndome, regaloneándome, haciendo que esta reclusión de cama sea menos aterradora. Anoche, cuando apagamos la luz, me dijo “te amo”. No pude evitar las lágrimas. Me hizo tan feliz volver a sentirlo mío. Hoy casi ni he pensando en que aún tenemos una conversación pendiente. Estoy borracha de amor. Son pasadas las ocho de la tarde, pero el calor todavía es insoportable. Estamos viendo un reality show y comiendo papas fritas. Me encanta que estemos tan tranquilos, haciéndonos cariños como si en el mundo no existiera nadie más que nosotros dos. El timbre nos desconcentra justo cuando habrá eliminación de unos de los participantes. “Maldición”, dice Gabriel y va hasta la puerta. Yo sigo viendo la competencia. De seguro será algún vendedor. Nadie viene nunca a visitarme. Menos ahora. - Hola, busco a Margarita O. ¿Está? – pregunta Washington Torres. Su voz ronca es inconfundible. - ¿Y quién la busca?- dice Gabriel. - Es Washington, un colega - grito nerviosa desde el cuarto. Busco un espejo que está junto al velador para mirarme. Estoy horrible. Siento que la puerta se cierra. Pasos fuertes y seguros de Washington, suaves y tímidos de Gabriel. - Pero que mal te ves – dice al verme. Me pongo roja. No era necesario que me lo recordara – Parece que te quebraste la cara también, porque estás hinchada. ¿O engordaste?- Sarcasmo a flor de piel. - Tú no cambias- murmuro, acomodándome las almohadas. Se sienta en mi lado. Noto que Gabriel lo mira feo. - Y nunca te había mirado las piernas… las tienes bien rellenitas también- Washington lo dice tocándome la pantorrilla libre de la bota. Le pegó un manotazo para que saque la mano. Mis mejillas están en llamas, y las de Gabriel también. - Andas arisca… ¿ya me olvidaste? – dispara Washington. Me quiero morir. Gabriel se da media vuelta y oigo el portazo de la puerta de entrada. No quiero ni imaginar lo que pasa por su cabeza… - A veces eres tan desubicado, Washington- -¿El flaco se empelotó porque te toqué la pierna? – Enciende un cigarro sin siquiera preguntar. - No hables estupideces ¿Qué quieres? ¿A qué has venido?- es inevitable que sea descortés. De una bolsa saca una caja de bombones de guindas al coñac y les pone sobre mi regazo. Sin disimulo fija sus ojos en el escote de mi camisón por el que se trasluce la silueta de mis senos. Me avergüenza todo lo que estoy pensando en este minuto, y en vano trato de desviar mi atención. - Parece que tienes frío o te están pasando cosas conmigo… – dice. Con los brazos intento taparme y él ríe divertido – A ver, déjame que te ayude- Se acerca y yo estoy temblando. Pone sus manos sobre mis hombros y comienza a frotarme los brazos suavemente. Está tan cerca, sé que esto terminará muy mal. | |
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