Fragmento #126 – La vida es sueño

¿Dónde estoy? Es de noche y no veo nada, camino a ciegas, tengo miedo de tropezarme y caer… ¿Qué hago aquí?
Hace cada vez más frío, estoy tiritando y me duelen las manos, se me están quedando heladas. Esto es muy raro.
Sigo adelante, paso a paso, lentamente, con cuidado.
- ¿Hay alguien ahí?- pregunto a la oscuridad y no obtengo respuesta.
Al fondo del extraño camino parece haber una luz, sigo hacia ella y, de repente, todo se ilumina. La claridad me molesta y me tapo los ojos con las manos; todo está nevado y el reflejo de la luz en la blanca nieve quema mis ojos.
- ¿Hay alguien ahí?- repito.
Logro ver un camino entre el campo nevado y una casa solitaria a pocos metros. Me voy a acercar… quizás haya alguien allí que me diga dónde estoy.
Cojo el camino, más llano que por donde iba antes, pero igualmente nevado e inhóspito. Comienzo a andar hacia la casa, pero parece que la casa se aleja a cada paso que doy. No llego, no puedo más…
Me desespero, esto es un horror.
- ¡¡Ayuda!!- grito con todas mis fuerzas y caigo al suelo.
- Yuda… yuda… yuda…- me responde el eco. Creo haber escuchado una risa burlona.
- ¿Hay alguien ahí?
- Ahí… ahí… ahí…
- ¡¡Socorro!!
- Orro… orro… orro…
No sirve para nada, no tengo fuerzas para levantarme y la nieve comienza a calar mi ropa, estoy helado. Me duele todo el cuerpo, no siento los pies que se me hunden en la nieve.
La oscuridad vuelve y dejo de ver el camino, dejo de ver el campo y dejo de ver la casa que huye de mí.
Una lucecita aparece al fondo y parece acercarse hasta aquí, me pongo de rodillas. Es una linterna… alguien se acerca.
- ¡¡Aquí!! ¡¡Estoy aquí!!
Con mi grito la luz se apaga, pero oigo pasos por detrás.
- Mario…- dice una voz a mi espalda.- Ayúdame, Mario. Ven a buscarme.
Me giro y la claridad vuelve de nuevo. Es Astrid, vestida con un traje blanco, un harapo sucio y manchado de sangre.
- Ayúdame, Mario. Ven a buscarme…- me dice estirando el brazo hacia mí, como si no pudiera llegar.
- ¡¿Astrid?!

- ¡¿Astrid?! ¡¿Dónde estoy?!
- Shh… Mario, tranquilízate. Es una pesadilla…
Me despierto empapado en sudor, sobresaltado. María me abraza y me acaricia el pelo.
- Tranquilo…- me dice pasándome la mano por la frente húmeda.- No debiste comer tanto anoche…
Me da un beso y todo parece tranquilizarse.