Dénébola
| Sujet: Fragmento #5 – Hola, Gabriel 05.01.09 15:22 | |
| Sábado, 16 de Febrero de 2008 En Valparaíso Abro los ojos y veo a Gabriel, dormitando sobre una silla. Estoy en el hospital. Lo sé porque ya he estado otras veces aquí. ¿Qué está pasando? Intento levantarme para despertar a Gabriel, pero no puedo. En mi brazo derecho hay un catete que me conecta al suero. Tengo la boca seca y la saliva espesa. Siento nauseas. ¿Qué carajo está pasando? Me duele el cuerpo, me duele la cabeza, y estoy demasiado inquieta. - Despertaste, dormilona- Es el doctor C, mi psiquiatra. ¿Qué hace aquí? ¿Me volví loca y me encerraron? El vozarrón del matasanos despierta también a Gabriel. Se limpia las legañas de los ojos y me sonríe. - ¿Cómo está doctor? ¿Se tendrá que quedar aquí? – le habla al médico. - No, tranquilo. Tiene un esquince en el tobillo, nada más – contesta, mientras escribe algo en mi prontuario clínico. - ¿Y si sólo tengo un esquince, por qué demonios estoy acá?- intervengo algo molesta. Detesto que hablen de mí como si no existiera. Lo odio. - Pues, porque tu novio…- - No es mi novio- interrumpo furiosa. Ni siquiera miro a Gabriel. No entiendo nada de lo que está pasando. - Bueno, tu amigo, colega, conocido o qué sé yo, se preocupó por la reacción que tuviste después de que te caíste en la estación del tren. Pensó que tuviste una crisis de pánico y por eso pidió que me llamaran para que te revisara- Lo recuerdo. El andén de Bellavista, la aglomeración, la gente torpe que me botó al suelo, tacones y zapatos pisándome fuerte, el dolor, la sangre, Gabriel llevándome en brazos, el vómito, el corazón a mil por horas, el silbido en los oídos y el negro. Ese negro profundo que me arrastró a quién sabe dónde. - Entiendo – digo y miró hacia la ventana. Las persianas no dejan ver nada, pero prefiero eso antes que verlos a ellos. No sé por qué me siento algo avergonzada. - Tuviste una crisis de pánico. Es normal si consideramos la situación en la que te viste involucrada. Te dejé otros calmantes y te aconsejo que te tomes días libres, ¿vale? - dice C. y con un ademán de cabeza abandona el cuarto. Silencio incómodo. Gabriel se muerde las uñas y no me mira. Se ve tan lindo. Siento el aleteo de mil ciento veinticuatro mariposas amarillas revoloteándome en la panza. Igual como esa vez en la que me tomó de la mano y me hizo correr bajo la lluvia torrencial que caía en las calles de Viña del Mar. - Hola, Gabriel- digo. Tengo lágrimas en los ojos. No sé si siento pena o alegría. Una mezcla de ambas quizás. Me emociona verlo otra vez. Sabes que sigue vivo, que está bien, que no se ha ido a ningún lado. - Hola, Maggie – responde. También tiene los ojos húmedos. Se acerca y toma mi mano. No decimos nada. Yo me pierdo en sus ojos verdes y le ruego que esto sea cierto. Que esté despierta y esté junto a él. Mis lágrimas tímidas se transforman en un llanto desconsolado. No sé por qué, no entiendo lo que estoy sintiendo, y lloro. Estoy asustada. Aterrada, porque aún lo amo, porque lo extrañé demasiado y no quiero que vuelva a desaparecer. Gabriel me abraza. - No llores, lesita linda… No llores- susurra. Y el tic-tac del reloj parece detenerse, mientras sus labios se acercan a los míos. | |
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