Alnilam
| Sujet: Fragmento #13 - Trece en la Ecuación Jaime 06.01.09 16:52 | |
| Sábado, 13 de Septiembre de 2008 En Sevilla Tengo un mal presentimiento que me ha acompañado a lo largo de la jornada. Intento comprender y analizar todo lo que me haga tener esta desazón, pero no encuentro respuestas, soy demasiado extraño para tener una respuesta. Y claro está, si la encuentro tiene que ser una respuesta que me convenza. Entro en el autobús que me va a llevar a Matalascañas, al edén mundano, el paraíso al alcance de todos; y el presentimiento acrecienta en mí. ¡Maldita bacteria!
Sé que me estoy comiendo la cabeza por Adriana. Es su forma de ser, su libertad. Yo soy como soy y para ella un novio más que uno menos, teniendo en cuenta de que el actual soy yo, le da exactamente igual. Mientras otros tienen cochazos de marcas legendarias, intocables para el resto de los mortales, yo viajo por los medios rutinarios; a pie o en autobús. Mientras la gente se pasa las horas muertas tonificando sus músculos en un gimnasio, yo tonifico la mente con estudios y lecturas... ¿Qué tengo yo que pueda ofrecer a Adriana? Es más, ¿por qué estamos juntos? Solo se me cruzan las palabras de Rocío cuando me dijo "y, ¿qué hay de Martín?" Ahí tengo la respuesta. Típica mujer despechada porque su novio pasa de ella y no hace lo que ella quiere, conoce al "friki" de turno que haría lo que fuera, besitos, acostamientos y si Martín viene, aquí no ha pasado nada. Esa es la Ecuación Jaime, no falla. Deseo que vuelvan los dos a salir juntos y alejarme. Nunca antes había sentido ese sentimiento, y lo que más me asusta, que se convierta en una necesidad. Ella es una chica preciosa, inteligente y sensual y yo… Prefiero que opinen los que me vean desde fuera, ellos siempre tiene razón. La emoción de los últimos días, el ruido del motor, el vacío que es acogido en el interior del vehículo y que nos impregna su impronta de soledad hacen que caiga rendido a los pies de Morfeo.
Alguien me sacude el hombro; adormilado, recojo mi libro del asiento de al lado y me dispongo a bajar. Ya he vuelto al lugar que tantos quebraderos de cabeza me ha dado, pero reconozco que la culpa no es suya, sino mía por intentar algo, por emprender una relación seria. Sé que volverá a salir mal y sin embargo, he vuelto a apostar mi corazón. Nunca me enteraré de cómo funciona este juego extraño.
Voy paseando por el paseo marítimo, hace un fuerte viento; muy propio de Septiembre en Matalascañas, pero aún así hay gente en la playa. Me centro en una parejita que estaban jugueteando, abrazándose y besándose. Los envidio porque se les ve felices y, entonces, vuelvo la cara hacia el frente con expresión malhumorada y me digo a mí mismo que las relaciones serias, hoy día, no son tan serias; que la clave es ser frío y calculador; que hay que pasar del tema y, sobre todo, la misoginia y el Cigarrillo es la cura para estos males.
Llego al hotel. Subo las escaleras que me llevan a la planta donde se encuentra nuestra habitación. Abro la puerta y… ¡Sorpresa! Adriana y Martín están en la cama. Se han asustado, se sabe por la ausencia de sangre en el rostro. Martín tiene la cara descompuesta, no sabe qué voy a hacer, si voy a actuar por las malas o si… Voy a actuar por las malas. Ella me mira e inclina la cabeza en un gesto de vergüenza. No es para menos. La verdad es que me ha sorprendido más que se haya cumplido lo que estaba pensando que no el hecho de pillarlos en el acto. - ¡Oh, por favor! Seguid, no os preocupéis por mí. – Voy recogiendo algunas cosas. – Solo he venido por un par de cosas, ya me marcho. - Jaime, te lo puedo… - ¿Explicar? – me humedezco los labios al tiempo que cojo mis prendas y las meto en mi maleta. – Sí, sí de eso no me cabe duda. Ahí está el valentón de su amante que ni siquiera se ha atrevido a abrir la boca, tanto músculo para nada. - Bueno, pues nada. – Digo cuando he recogido. – Espero que se lo pasen ustedes bien. Cierro la puerta con un portazo, no intencionado, que resuena por todo el pasillo como un trueno. Se han quedado cortados. No sé si reírme o llorar pero el suceso me ha dado libertad. No obstante, tanto tiempo encadenado me ha hecho olvidar lo que significaba ser libre. Y creo que jamás lo sabré si sigo jugando a esta mierda.
He vuelto a quedarme solo, como en un principio. Pero no me preocupa en absoluto, porque pase lo que pase seguiré estando ahí. Una vez más me sorprende del vínculo entre ciencia y superstición, día trece en la Ecuación Jaime. Esto se merece una respuesta filosófica en el alma abstracta de mi Dios frente a la orilla de un paraíso solitario. | |
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