Fragmento #2 – Montar maquetas

Se me ha hecho imposible pegar ojo. Cuando ya no aguanto más esto de fingir que duermo, salto de la cama como un resorte y me meto en el baño. Mirarme la mano repleta de ampollas me sirve para imaginarme a mi madre gritar que el niño se ha vuelto loco. El caso es que no le faltaría algo de razón. ¿Por qué no podré montar maquetas para no aburrirme, como todo el mundo?
Una ducha caliente me devuelve la vida, un poco. Un rápido vistazo al frigorífico me recuerda que ayer me acabé la última cerveza. ¿Me he vuelto alcohólico o siempre es la última? Me visto con lo primero que encuentro y salgo por la puerta con la intención de visitar el supermercado.
Por la escalera me encuentro a la vecina de arriba, una señora mayor que se empeña en que dos jóvenes viviendo solos no pueden resistir una semana sin caer en la inanición.
-Niño, que cada día estás más guapo.
-Gracias, señora – contesto mientras intento cruzar por su lado lo antes posible. No quiero que me recuerde que vivo en el infierno.
-Oye, ¿qué es de tu amigo? – demasiado tarde.
-Pues no lo sé. Creo que pasa fuera el fin de semana.
-Pues a ver cuándo vuelve, si es que sois lo más bonito del edificio. El poeta y el motorista.
Veinte minutos después sobre su hija la mayor y su afición al piragüismo y dos invitaciones a comer en su casa mañana, llego al supermercado. Me aprovisiono de una caja de huevos y de cerveza. Tal vez con un par de packs de latas sea suficiente. De pronto, lo veo. ¡The cure! Este cd no lo tengo, y sólo son 15 euros. Lo pongo encima de la caja de huevos y termino por añadir 3 packs más.
Cuando tiro para la caja, los huevos y el cd los llevo a parte, así que todo lo que asoma es la cerveza. Me gano las miradas de reprobación de todo el que pasa junto a mí. Ya en caja, al ir a pagar, una señora mayor no aguanta más y me lo dice.
-Joven, ¿eso no es mucha cerveza?
-Es que doy una fiesta – ¿acaso le he preguntado yo si el montón de dulces de su carrito no es demasiado azúcar?
Sonrío a la cajera para ver si se apiada de mí. Al salir del supermercado, aprovecho el viaje y compro papel de liar.
Mientras tiro para casa con la mercancía, pienso que tal vez tienen razón. Tal vez debería encerrarme hoy, tirar la tele por la ventana y pegarme una de esas borracheras míticas. Creo que no hay mejor forma de pasar una jornada de reflexión. Sí. Tal vez lo haga, me decida y me beba el mundo.