Fragmento #40 - La risa de las palomas

Llevo toda la tarde aquí sentado, en las puertas de la estación. No sé si esperando o dejando escapar el tiempo, como si fuera un pez, o algo peor: yo, hecho pez. La gente pasa de largo, nadie me pregunta qué tal el día, si estoy escribiendo, si no estoy deseando que un tren me atraviese.
Llevo toda la tarde aquí sentado. Unos niños juegan a la pelotaa unos metros de mí. Cerca, muy cerca, unas palomas suben y bajan, dan picotazos al suelo y (creo) se ríen de mí.
- ¡David!
Me vuelvo. Veo a Michelle que sonríe con cara de sorpresa, aunque no esa sorpresa que brota cuando dos se encuentran a pesar de vivir en países distintos. No sé si venía por casualidad o vino a buscarme. Sonrío.
- La garrr.
- La gáre - y sonríe.
Somos dos animales distintos, intentando mantener una conversación. Ella susurra y yo rebuzno. Me da un beso en la mejilla, luego escribe algo en un papel y lo deja en mi mano, yo cierro el puño, como si lo sembrara en mi piel. Me da otro beso, me toca el brazo y se va. Agarrando con fuerza su bolso, ondeando su falda de colores antiguos, colores de alguna leyenda. Con un paso cualquiera, pero hermoso.
Cuando abro la mano, leo su teléfono.