Fragmento #49 - Suspiros e ironías

- Silvia ha muerto. - Me dice mirándome de reojo. No hay ninguna connotación en su voz que especifique algún sentimiento. Le da igual.
- ¿Para eso me has metido en el coche?
- Para que me cuentes la verdad, - replica él. - la mataste tu, ¿verdad?
No respondo. No tengo por qué responder, a pesar de la mucha confianza que le tengo.
- Escucha, Jaime. Esto se te está yendo de las manos. Si piensas que soy tonto y que creo que no tuviste nada que ver en su muerte lo llevas claro. Esto huele a tí.
- Lo siento, la próxima vez me podré un ambientador.
- ¿Es que no lo entiendes? - Está desesperado. - Jaime, hay mucho en juego; esta maldita vendetta tuya podría traer complicaciones en algunas de nuestras actividades.
- Silvia ha muerto porque se cortó las venas, ¿no? Así lo aseguró la prensa. - Respondo sin ganas.
- Sí. Igual que murió Sara.
- ¿Lo entiendes ahora? Has establecido un vínculo con la muerte de Sara, cuando tu eras el primero que me decía que Sara se murió porque se quitó la vida. ¿Por qué Silvia no ha podido cortarse las venas? Tenía más argumentos que Sara.
Es increíble todo lo que puede decir un suspiro. Francisco Francia no sabe qué hacer conmigo. Es padre. Y me quiso como a un hijo, siempre estuvo ahí, ayudándome, apoyándome cuando más lo necesitaba. No es justo un trato así.
- ¿Sabes? - Comienzo diciéndole. - No averigué quién fue el asesino de Sara, tal vez no le encuentre nunca. Pero creo que deberías escuchar esto. - Le doy la grabadora.
Abro la portezuela del coche sintiendo cómo se clavan sus ojos en mi espalda.
- Jaime, si vuelvo a sospechar que estás metido en algo gordo, no me darás otra alternativa que detenerte.
- Sí, señor.