Fragmento #55 - Sus mismas garras

Hasta ahora, me había conformado con la marihuana, con el hachís. Si acaso, pastillas. De todo tipo y color. Me había alejado de las agujas con éxito. Y ni mencionar el ácido.
Entro en el salón. Hace frío. Ella está tumbada en el sofá, herida. Inconsciente. Las agujas en el suelo. Le cae el brazo. La arropo, le doy un beso en la frente. Recojo algo del suelo: su cartera. Miro su dni: 1979, Sevilla. Tiene treinta años. Hasta ahora lo había logrado ignorar, no lo sabía. Pero ella tiene treinta años, y yo los veinte. Vuelvo a la habitación. Recopilo las botellas, las saco. Ahí, con las demás, para reciclar. Vuelvo a la habitación. Pongo a sonar un cd de U2. Agarro mis poemas a medio escribir. Lío un cigarrillo.
Treinta años. Creo que llevo un mes aquí. Incomunicado, aislado del mundo. Bebiendo, fumando y follando. Ella a veces me ofrece de lo otro, pero no. Creo que no. La dejo bajar sola a sus infiernos. ¿En qué nos hemos convertido?
Paso un par de horas escribiendo, en silencio. A ratos, me paro a leer a Sallinger. En un momento dado, creo que se despierta, la escucho caminar por el pasillo. Pero no salgo. No me muevo de ahí. No quiero ver cómo vuelve a clavarse sus propias garras.