Fragmento #57 - Nada queda

Hemos vuelto a jugar. Desnudos, tras volver de la lluvia y encender el calefactor, atravesando esas dunas de ropa sucia que pueblan los pasillos. Yo había bebido un poco, ella muchísimo. Fumamos, pero ella más. Volvió a apuñalarse. Mientras la recorría con las manos, a mi lado descansaban las jeringuillas. Ni siquiera me ha llamado, no ha abierto la boca, no ha dicho mi nombre. Esto es un sin sentido. Como una canción que hablara de nada, de una habitación blanca y nada más. Nada más, nada hay. Somos nada, puñetero polvo, resina, cocahína, filtro. Después del temblor, se ha echado a llorar. A llorar.
Nada queda aquí. Esta sirena es venenosa, está envenenada, maldita. En sus brazos yo también estoy maldito. En el cielo clarea. No he podido dormir. Me he tirado toda la noche pensando, mirándola. Al alba, he hecho las maletas. Nada queda aquí. Nada queda.