Fragmento #56 - La hija del capitán Francia

- ¿... Y la venta de armas?, ¿justifica los muertos que hay en nuestras guerras? - Le suelto irritado.
- Jaime, no es lo mismo. - Me responde el capitán, Francisco Francia.
- Claro que no es lo mismo, capitán. - Hago una pausa. - Si Diego en vez de ser un traficante de drogas, lo es de armas, el gobierno no lo detendría porque su comercio sanea, en buena medida, la economía del Estado. Vamos, que conviene mantener en nómina a algunos asesinos y traficantes.
Francia sonríe, parece satisfecho. ¿Cree que he aprendido algo?
- Gracias, por lo de ...
- No hay de qué.
- ¿Qué te impulsó a no matarle?
Suspiro.
- No lo sé. Pudo haber sido el Cigarrillo, que al igual que Dios envió a un ángel para que Abrahán no matase a su hijo, lo haya hecho él. - Lo miro a los ojos. - ¿Ha dicho algo?
- Nada.
- Posiblemente, no sepa nada de la muerte de Sara; pero sigue con él. Sin duda sabe muchas cosas, algunas incluso le pueden acarrear un buen digusto en prisión.
- ¿A qué te refieres?
- Francia, hablamos de una mafia, hablamos de venta de mierda al por mayor. Un hombre como Diego está muy adentro y sabe demasiado.
- Hemos detenido a más miembros de Destino...
- Sí, lo sé. Lo leí en el periódico ayer.
Francia baja la cabeza y luego me mira a la cara, está sereno, pero algo me dice que va a preguntar algo, y su respuesta será dolorosa.
- Jaime, ¿qué piensas hacer ahora?
- Quiero zanjar un asunto en San... - Mejor no digo a dónde voy, no sea que me tenga localizado. - Fuera. Fuera de Sevilla.
- ¿Qué hay de Estrella?
Bajo la cabeza.
- ¡Vamos, Jaime! ¿Es que no tiene ninguna posibilidad?
- ¿En una palabra? No.
- Ha estado contigo en todo momento, Jaime.
- Cierto. Pero es demasiado joven para estar con un tío como yo.
- Jaime, si te he dado aquellos consejos, digamos paternales, es porque sé que eres un buen chico. Y porque sé que te encargarías de quererla y respetarla.
- No me conoces. A mi ya no me importa la vida de nadie. ¡Qué se jodan todos!
- Si piensas así, es que has perdido algo en el camino, Jaime. El mundo no es de color rosa, pero es nuestra actitud la que pinta los arco iris de nuestro mundo.
- Me habló el militar.
- Soy militar, pero ante todo, soy una persona. Y tengo mis sentimientos. No soporto ver cómo te tiras por la borda, Jaime. Lo malo es que todo esto es el principio. Si quieres mi consejo, pienso que sería mejor que te quitases las gafas de sol, para ver con qué color he contribuido a tu arco iris.
Francia se marcha. Y yo le digo que se puede meter su consejo paternal por donde...