Fragmento #63 - La voz de la silueta

- Las cosas han cambiado un poco, Sara. Para serte sincero, el cambio se ha producido a un ritmo tan veloz, que ni siquiera me he percatado; también es cierto que los últimos acontecimientos de mi vida me han hecho vivir en un mundo aparte... El mío propio. Con esto le doy la razón a Roberto, que te echa mucho de menos. Con toda esta historia solo he mirado por mí y a cambio he perdido amistades, amores, y tu vida. Nunca me lo podré perdonar, nunca me podré perdonar haberte fallado, princesa. Algunas personas pasan de mí, porque saben que lo estoy pasando mal. Otras se centran en que sienta cierta envidia por lo bien que les va a ellos; y otros solo preguntan por el grado de mal que tengo encima. Ya sabes lo morbosa que puede llegar a ser la gente...

Bajo un cielo celeste inmaculado y un velo de aire frío invisible, mis reflexiones están dirigidas a la que otrora fue mi amor, ahora representada en una loseta de marmol con su nombre.
- Bueno, mi vida, me tengo que marchar. Que si no pierdo el bus del mediodía. - Finjo escuchar su voz y le respondo porque eso me reconforta y me hace sentirla más cerca. - ¡Qué cosas tienes! Claro que no hay otra mujer. Tu eres única . Y te amaré siempre, es algo que acepto gustosamente. ¡Qué irónico! Ahora que te has ido, te deseo. - Hago una pausa para superar un nudo que se ha formado en mi garganta - Algún día volveremos a vernos, princesa. ¿Me oyes? Nos volveremos a ver y reanudaremos nuestro amor donde los dejamos, como si el tiempo se hubiera detenido para nosotros dos, en un mundo donde no serás mi princesa, sino mi reina. No tendremos prisas porque la eternidad será nuestra complice. Has vuelto a robarme el corazón, mi vida. Vuelves a tener mi vida. - Contengo mis lágrimas. - No quiero que me veas llorar, Sara, me voy. No quiero que te pongas triste por mí. Tan solo te pido que no te me eches novio, estés donde estés y que me esperes. Procuraré no tardar mucho, pero espérame. TE QUIERO. Te dejo rosas blancas, para que seas la envidia, aquí abajo, de todos los que moran este sombrío lugar. Si mi economía me lo permite, volveré la próxima semana.

Debo estar volviéndome loco, durante una hora he estado hablando solo y amparándome en un Dios con su Cielo, del cual no estoy muy seguro de que existan, pero, que necesito creer que están ahí. Aunque solo sea para quedarme algo más tranquilo.

Pero no debo de estar tan loco cuando oigo una voz, ya conocida. Alguien habla y parece un alma en pena. Me asomo por uno de los múltiples resquicios que se foman en el cementerio y encuentro una mujer. Le está hablando a la lápida de alguien. La dejo con sus sentimientos tristes cuando algo me obliga a mirarla en el justo momento en que ella se gira y posa sus ojos en mi, como si algo nos obligara a mirarnos. Dura tan solo un instante, pero sea lo que sea desaparece y nos deja escapar. Nos deja solos.