Fragmento #72 - Rojo atardecer

Debo suponer que son ironías de la vida. Pero ya lo he dicho, es un suponer. Ayer la muerte era una solución y al parecer, no ha pasado desapercibida por Josecas. A sus trece años ha descubierto que la vida es la muerte por agonía. Está dispuesto a acortar el proceso. Me parece bien.

Una llamada, una voz histérica, "Alicia, ¿qué pasa?" Respuesta: "Mi hermano se va a..." Y no hace falta que siga. Sé lo que va a pasar y no me equivoco.

Josecas se va a tirar por el balcón.
- Haz algo, Jaime. Por favor. - "Haz." No es tanto el verbo como la persona en que lo conjuga.
- Escúchame, Josecas... - Comienzo a dirigirme al crío.
- ¡ME TIRO!
- Vale, vale. Pero, escúchame... Josecas, cuéntame... ¿Qué pasa?
- No puedo vivir, Jaime.
- Claro que puedes, Todos podemos.
- ¿Puedo vivir sin amor?
¿Qué coño le digo ahora?
- Josecas, voy a acercarme. - Lo hago muy lentamente. - Tío, hablamos de una chica, ¿verdad? Mírate, ¿vas a matarte por una chica? - Bonita pregunta, Jaime, ¿te lo has preguntado alguna vez? - Mira, si las cosas no van bien no importa, Hay solución. - ¿La muerte es una de ellas? - Y en el peor de los casos, siempre puedes recurrir a la masturbación. - Y sigo acercándome.
- Mi vida no tiene sentido. Vivo con el desasosiego, - ¡ey! Esa palabra es mía. Jaime, concéntrate, ¿quieres? - todos los días. Mi novia, - no, no te rías, Jaime. ¡Dios! Pero, ¿qué novia puedes tener tu a tu edad, niñato? - se marchó a otra ciudad y ya no tengo nada que me permita recordarla.

Sus palabras me inducen a reflexionar sobre mi. Este hombre está sufriendo como yo, tal vez más. ¿Por qué no debe optar, voluntariamente, a la muerte? Sin embargo, tiene más huevos que yo. Va a quitarse la vida. Bien, hagámoslo juntos. Me salto la barandilla y me siento con él en la cornisa.
- ¿Qué haces, Jaime? - Me pregunta una Alicia sorprendida.
- ¿No lo ve? - Le respondo. - Esto es un suicidio colectivo. Por favor, Alicia, si no es feliz suicídese con nosotros.
El chico comienza a llorar.
- Josecas, hay mucho por lo que vivir. Sé que se pasa mal por una chica. Yo he tenido que pasar por eso cientos de veces, pero, aquí estoy. Los huevos se demuestran afrontando el día a día.
Parece reflexionar. Alicia se mete en casa presa del pánico.
- ¿También has pasado por lo mismo, Jaime?
Asiento, mirando al frente, a un precioso atardecer que se cierne sobre los inconscientes habitantes del barrio.
- ¿Cómo lo sobrellevas?
- Pensando que algún día moriré.
- Pero, entonces, no podrás verla, ni abrazarla...
- Ella está muerta.
Se le descompone la cara.
- Lo siento. Debes pensar que soy...
- Pienso que tienes tus motivos para pensar que la muerte es una salida. Y, sinceramente, no habría intentado salvarte de tu suicidio. Si con esto no lo has conseguido, se te ocurrirá otra forma y yo no estaré para salvarte. Sin embargo, mi corazón me dice que debese seguir viviendo, darle una oportunidad a la vida.
Alicia le entrega una cajita a su hermano. Josecas la abre y yo ni me loesto en mirar lo que contiene. Debo suponer que se trata de lo que le quitó.

Cojo de la mano al chico y lo ayudo a subir al balcón. Alicia nos besuquea y abraza hasta la saciedad. ¡Cuánto honor! Ella se pierde en una de las habitaciones de la casa y Josecas me sonríe.
- Gracias, Jaime. El plan que ideaste ha salido a la perfección, aunque, ¿no podías haberlo hecho menos tenso?
- Mira, chaval, la próxima vez que me cambies el guión del teatro, que acabamos de hacer, me encargaré de que termines siendo una alfombra para el asfalto. ¿Me expreso con claridad?
Me marcho, feliz de ver sonreír a Josecas. Todo ha salido como pensaba, aunque el chico me asustó contándome la historia real, sin duda, es lo que quería. Contármelo todo. Ahora ya sé que su historia se asemeja a la mía. Si Josecas va a ser un infeliz toda su vida, no me perdonaré haber evitado su muerte hoy. Como no se lo he perdonado a Sara... En parte.