Alnilam
| Sujet: Fragmento #75 - Dos horas con Alma 21.03.09 23:43 | |
| Sábado, 21 de Marzo de 2009 En Sevilla - Sabía que eras un hombre discreto, pero nunca creí que uno pudiera serlo. Contemplaba el café y para mí, en esos momentos, no existía nada más. Había una duda que me embargaba, no sé si era una duda existencial; o si por el contrario, una de tantas que me hago a veces. El hecho de necesitar compañía, de saber que de yo caerme alguien estará ahí para decirme "tranquilo, Jaime, estás a salvo. Yo te tengo", la necesidad de escuchar unas palabras bonitas de los labios de mi compañera. Pero, ¿quién iba a querer a un hombre como yo? Nadie, yo soy como soy. Y si mi actitud no gusta... No, no, yo no puedo, ni debo, buscar pareja. Le hice una promesa a Sara y la mantendré. ¿Y una amiga? ¿Sería tan malo tener una amiga? Seguro que no tanto como tener una novia, que para Sara sería una amante.
Levanté la vista de la bebida y miré a la chica que estaba en frente. - Perdona, - empecé diciendo. - ni siquiera sé cómo te llamas. - Me llamo Alma. ¡Alma! - Bonito nombre. - Gracias. - Me dedicó una sonrisa que en la vida pensé que tendría tanta repercusión. - Pero, a pesar de tu bonito cumplido no me has contestado a la pregunta. - Perdón, estaba distraído. - No te disculpes. Te preguntaba, si no es muy íntimo, sobre lo que ocurrió con Sara. - ¿Por qué no me lo dices tú? Me miró sorprendida. - Una mujer que sabe mi nombre, que sabe de mi relación con Joaquín, que sabe el nombre de mi novia, - aquí se le desencajó la cara. - ¿no sabe lo que ocurrió? Perdona, no me lo trago. - Un hombre seguro. - Lo intento. - ¿Interfieren los sentimientos? Suele suceder. Los sentimientos hacen que un asunto profesional se vuelva personal. - Veo que sabes lo que es eso. - La miré mientras le daba un sorbo al café, ella agachó la cabeza y luego, la alzaba para coger el vaso con batido que había en la mesa. - No me hace falta preguntarte, ya sé que tuviste que pasar por algo así para llegar a la misma conclusión. - Bebió un trago. - Lo siento, debió ser duro. - Mucho, Jaime. - Bueno, lo pasado... Pasado queda. - Comenté para quitarle importancia a la conversación que había adquirido un matiz algo tenso. Ella asintió. - ¿A qué te dedicas? - Estudio Filosofía en Sevilla. - ¡Qué curioso! Yo estoy en segundo de Historia. - Es como si... - Como si lo hubieran hecho adrede... - El hecho de completarle la frase me atemorizó. En ese momento entendí la filosofía de Sara, basada en el destino. - Sí. - Fíjate, dos almas idénticas, encerradas en cárceles de carne, hablando de cosas íntimas y otras nimias, en una cafetería de Sanlúcar. - Simbólicamente... Esta cafetería, al estar situada en la parada, simboliza el encuentro entre los extranjeros y los habitantes de este pueblo. - Paradójicamente... - Comenzó a responderme. - Es el encuentro para los más necesitados. - ¿Qué necesitas? - Amor. ¿Y tú, Jaime? - Felicidad. - ¿Solo? Sonreí. - Creo que va siendo hora de que me vaya. Me levanté y me dispuse a pagar cuando ella me cogió del brazo. - Contéstame tan solo a una pregunta. - Guardé silencio en espera de esa pregunta que temí saberla ya de antemano. - ¿Crees que personas como nosotros pueden encontrar la felicidad? ¿La encontraremos algún día? Continué con mi silencio. - Alma, para nuestro consuelo eso espero... Y si no, siempre nos quedará el recuerdo de este desayuno. Volvió a regalarme una sonrisa, hacía tiempo que no me sentía así. Alma no solo me devolvió la vida sino también algo en mí que creí perdido: Compañía. Fueron dos horas de dulce compañía y le estaré eternamente agradecido.
Vuelvo a la realidad. El encuentro de ayer se me vino a la cabeza cuando veo desde mi ventana a dos jóvenes, que viven en el bloque de enfrente, abrazados y besándose, tal vez, deseando que la mañana no llegue nunca... Que la noche sea eterna y mágica. Sí, el predestino existe y el amor, también. | |
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