Fragmento #78 - Ilusiones de una rosa roja

Es muy temprano, estoy convencido de que he llegado antes que ella. Bueno, en cualquier caso aquí estoy. Cerca del cementerio, con una rosa roja en las manos, mi mejor camisa, una corbata, que no es de vestir, sino más bien un complemento y unos zapatos negros inmaculados. En fin, que estoy hecho un payaso, por una chica.

Hace frío, el aire gélido traspasa la camisa y me cala hasta los huesos, debí ponerme un abrigo o algo, pero tampoco quería aparecer muy trajeado, porque sin duda ante lo que va a pasar iba a sudar y no es plan. Contemplo, desde la distancia, el suave jugueteo del frío con los interminables pinos del cementerio, moviéndose de aquí para allá como si algún cuidador invisible los estuviese meciendo para que descansasen, en un ritmo fácil de seguir, monótono... Sonrío al ver mi rosa, ajena a todo movimiento, esperando a ser entregada a una chica, sus suaves pétalos y su delicado color son enamoradizos y me dicen que todo va a salir bien, que es la gran chica que buscamos desde hace mucho, irónicamente, creo que esta rosa es lo único vivo de esta zona que rodea al cementerio. Y al creer en esto, algo me hace mirar hacia arriba, hacia un bloque de edificios donde antes vivía Sara. Miro su ventana y como una macabra señal, algo agita las cortinas. Pero nada malo puede ocurrir hoy, así lo ha pronosticado la rosa. Y yo me dejo llevar por ella.

Surge una llamada a mi corazón, como un relámpago cruza la inmensa oscuridad en cuestión de segundos, y allí, a las puertas del cementerio están ella y un hombre que la sigue a distancia. Creo que ese es el padre, no lo sé. Debería entrar y ver a Sara, pero no estoy de humor para ella. ¿Es que acaso le estoy siendo infiel? O peor, ¿acaso me estoy faltando a mis propios principios? Es una pregunta que se clava en lo más hondo de mí, pero aún así, me mantengo firme y no muevo ni un dedo en entrar.

El tiempo ha transcurrido con lentitud, pero marca media hora desde que ha entrado. Sale de allí con paso firme y entonces me voy acercando a ella cuando un coche frena ante ella. Después de lo de ayer me alarmo. Pero, ella sonríe al conductor, un chaval, entra en el vehículo y lo besa. El coche acelera y se pierde.

Miro la rosa con melancolía, todo estaba claro. No hace falta añadir nada más. La vida me la ha querido jugar una vez más. Y lo que tenía valor ha dejado de tenerlo, porque yo jamás podré ser una persona feliz. Es lo que me ha tocado vivir. Me agacho y deposito la rosa en el suelo.

Unos zapatos se paran justo delante mía. Tiene una expresión incrédula, será porque no está acostumbrado a tratar con gente arrodillada, bien vestida y poniéndo rosas en los suelos. Pensé en un primer momento que sería mi interlocutor de ayer, pero su voz no correspondía con la de la llamada de ayer.
- Necesito que venga conmigo.
- Lo siento. No le conozco. A no ser que sea de la policía y me quiera detener por poner esta rosa en el suelo no iré con usted.
Algo me golpea por detrás, en la base del cuello. No sé qué pensar, pero cuando mi cabeza termina en el suelo y mis ojos enfocan a la delicada flor, mi mente especifica que alguien me ha pegado un golpe cortante con suficiente precisión, cortándome momentáneamente el riego de la sangre a la cabeza.
- Francisco Francia ya me avisó de que no vendrías por las buenas conmigo.

Una persona, por detrás me recoge del suelo. Estoy débil, la cabeza me da vueltas y en la vorágine solo veo una flor que dice que en esa esquina de la calle yacen los restos del alma de Jaime...