Fragmento #70 - Schopen

Qué resaca. Mi espalda. Dios. Joder, mi espalda. Este sofá es extraño. No es que sea incómodo, no. El problema está en que una vez coges una postura, basta con insinuar que vas a desplazarte un poco para que te rompas algo.
Miro a mi alrededor. Estoy en casa de Pablo, en su salón. Varios pósters de Kiss, algunos cuadros. A mi lado hay una mesa con varios libros y un cenicero hasta arriba de colillas. Echo a un lado la manta de cuadros que me tapa y me incorporo, me siento. A mi izquierda hay un ventanal enorme por el que se asoman las Ramblas. En frente tengo un montón de estanterías con libros y velas. Echo un vistazo: Kafka, Nietzsche, Eduardo Galeano, Rilke.
Entonces entra Pablo, totalmente despeinado y sonriendo. Agarra un cd y lo mete en el reproductor. Empieza a sonar Quique González. Abre la ventana.
- ¿Café?
- Estoy roto.
Se ríe. Sonrío.
- Sí, ayer bebimos mucho - me señala la entrada del piso y veo toda una legión de litronas vacías.
- No recuerdo nada. Creo.
Vuelve a reír y se va. Al minuto vuelve, con una botella de agua y dos vasos.
- Voy a hacer café.
Se va y por la misma puerta entra un gato negro con un verde indescriptible en los ojos. El animal se pasea con porte, parece que mide cada uno de sus pasos. Camina como un equilibrista. No recuerdo haberlo visto anoche. No recuerdo nada, realmente. Dios... Vuelve a entrar Pablo, esta vez sin camiseta y con dos tazas de café.
- Habrá que comer algo. A ver si bajo ahora a por algo de pan.
- Claro.
Mientras busca el azúcar, hojeo los papeles que tiene sobre la mesa. Son partituras. Montones de partituras.
- ¿Por qué?
- ¿Qué? - se gira - Ah. Estudio en el conservatorio.
- ¿Estudias música?
- Sí, sí.
Asiento.
- Desde pequeñito, desde muy pequeño.
Se sienta y me da el azúcar.
- ¿Y tú?
- Nada. Bueno, en Sevilla estudiaba Filología. Pero supongo que lo he dejado.
El gato se le sube encima de un salto y empieza a lamerle la cara.
- ¿Cómo se llama?
- ¿El gato? Schopenhauer. Schopen.