Fragmento #74 - Si no les puede nunca el temblor

Es tiempo de exámenes y Pablo está que no respira, siempre está estudiando o ensayando para aprobar sus cosas, así que ahora yo me encargo de los recados que pueden esperarle a cualquiera un domingo por la mañana. Claro, que todo sería más fácil si no fuera borracho. Bueno, borracho borracho... Bueno, sí. Y algo fumado también, que a Pablo siempre le ha llamado la atención la jardinería y tenemos una plantita en el salón.
Hace algo de frío. De la panadería al quiosco. Del quiosco a... ¿Ahora a dónde? A tomar un café, que me toca. Hay un bar debajo de casa al que ya hemos bajado unas tres o cuatro veces desde mi mudanza, así que supongo que le gusta a Pablo. El Trópico, se llama. Así que voy a tomarme un café (o una cerveza, lo que se me ocurra antes).
Desde luego, así es más difícil llevar el ritmo y ya me he ganado el estudio de alguna madre en la cola de la panadería. No me entienden. Ni lo harán jamás. Es precisamente la gente como ésta, la gente que uno se cruza por la calle o ve en la televisión. La gente que aparece ahora mismo en la tele del Trópico hablando de nada. Eso sí, una nada social. Es esa gente, la que nació distinta, la que no se siente ahogada o presionada o utilizada a pesar de vivir la crisis de principios de siglo. Esa gente que a veces te preguntas si valoran todo esto, si no les puede nunca el temblor, si saben que van morir.