Fragmento #78 - Los que no pierden la fe en el pulso

- Fernando, Jordi, Xavi y Cris.
- Hola, encantado.
- Un placer.
Así que estos son los amigos de Mario. Altos, melenudos y barbudos. Hasta a Cris se le ve algo de bigote. Y eso sí, catalanes. Jordi lleva en pleno Julio una bufanda del Barça. Espero que no vaya a tragar hielo.
El Trópico está a rebosar. Hemos bajado a celebrar el aprobado general de estos señores, visto que su profesor de Armonía (o algo parecido) se ha ido a Cuba con demasiada prisa para corregir. Pablo sigue presentándome a sus amigos, muchos más que llegan, pero yo ya estoy bien ciego para entonces. La tierra baila bajo mis pies, y yo me dejo llevar. Bastante suerte tengo todavía de no haber perdido el equilibrio. Así que Manueles, Miqueles, Javieres, Carles y demás, un placer.
- Agárrate - y me deja contra la barra.
Le sonrío.
- Felicidades, tío. Que no te he dicho nada.
Él asiente y se va a por más cerveza. Se me acerca uno de sus compañeros.
- ¿Y tú qué tocas?
Haz memoria, David. Inventa: el violín, el xilófono, el triángulo, la viola, el bajo, el contrabajo, la guitarra, el ukelele, el arpa, el saxofón, el pinganillo...
- El pulso.
- ¿Qué?
- Yo toco el pulso.
Me mira de una forma muy extraña (o soy yo, que no acierto ya a controlar mis párpados) y se aleja. De todos modos, no importa, porque pronto el resto del bar sigue mi ritmo. Uno se sube a bailar encima de una mesa. Esas cosas.
- ¡David!
Es Pablo. Me abro camino a base de empujones y llego hasta él. Está rodeado, todos fuman y (horror) no paran de hablar de música.
- ¿A alguno le gusta el fútbol? - fusilamiento general. Pablo me agarra del brazo.
- Ven, ven. Ven conmigo.
Y todo va bien. Ahora sé que nada me va a pasar. Me lleva a otro rincón y me presenta a unas amigas suyas. Raquel y Mercé. Se va, pero estoy tranquilo. Sé que anda cerca.