Domingo 4 de Octubre de 2009
En Sevilla
Dios santo de mi vida, cómo me duele la cabeza. Me he dormido cerca de las nueve de la mañana y mi madre me ha hecho levantarme a las once. Deseo morir. Y ni siquiera he salido de mi habitación. No penséis mal, estaba sola. Más o menos.
Suena mi teléfono, él otra vez, Jose.
- ¿Qué tal hemos amanecido? –pregunto nada más descolgar.
- Bien. Acabo de levantarme.
Miré el reloj y eran las tres y cuarto. ‘’Cabrón’’ me dije para mis adentros.
- Eso está bien. Dormir es bueno.
-Supongo.
Se hizo el silencio entre nosotros. Pobre Jose, me daba mucha penita. El otro día, cuando estábamos tomando algo, lo llamaron por teléfono. Su prima Claudia había tenido un accidente de coche y, bueno, imaginaos. Pude ver la noticia en su cara. Habían crecido juntos, yo misma había coincidido con ella alguna vez, era una chica encantadora. Era como su hermana. Cuando los padres de ella se separaban dormía casi todas las noches en su casa, y en verano siempre se quedaban juntos. Pobre Jose. Lo acompañé a casa, en silencio todo el camino, y cuando lo iba a dejar arriba me pidió que no me fuese, que no había nadie en casa y no podía soportarlo. Sus padres estaban de viaje y su hermano mayor había ido con sus tíos. Aquella noche estaba solo. Yo no me podía hacer una idea de cuánto. Pobre Jose. Llamé a mi casa y se lo expliqué a mi madre, sólo que omití el hecho de que era un chico, creo que se lo imaginó pero no es insensible y me dejó. Se sentó en el sofá, en silencio, y no quiso comer ni poner la tele ni nada. Sólo quería eso, silencio. Yo sabía que se estaba aguantando las lágrimas. Me lo llevé a su dormitorio y lo tumbé en la cama y yo me puse a su lado. Le abracé muy fuerte y el pobre explotó. Así mismo se quedó dormido con la cara empapada y entre mis brazos. Pero yo dormí, no me parecía justo. Así que me pase el resto de la noche vigilando el sueño de Jose y, por qué no decirlo, curioseando su dormitorio. Era simple, puede que me decepcionase un poco, pero sonreí de todos modos. Por la mañana no me miraba a la cara, estaba avergonzado. ‘’No te preocupes’’ le dije preparándole un café mientras se lavaba la cara ‘’Si me preguntan sólo diré que compartimos cama. Fue una noche muy húmeda’’. Se echó a reír y hablamos. Hablamos de Claudia, y de su hermano, y de sus padres. Su tono era poco menos que elegíaco. Estuvimos un rato más hasta que llegó su hermano y ya lo dejé acompañado. Por la tarde me pidió que fuera a su casa y volví allí, muerta de sueño. Y hablamos más. Y por la noche volví a mi casa. A eso de las doce me llamó al móvil… y hasta esta mañana.
Por lo menos me llamó él.
-¿Sabes? La echo de menos.
- Entiendo, es normal.
- Necesito un cigarro.
-Eso está bien.
-¿Quieres que me coja cáncer de pulmón? –preguntó con un atisbo de ironía.
- No, es que es la primera vez en dos días que lo pides.