Fragmento #115 - El corazón de la Estrella

La casa de Estrella no ha cambiado y ella tampoco. Parece feliz y endiabladamente bonita. Dejo el estuche con las muestras en la mesa-recibidor y me hace pasar al salón. Preparó un desayuno (a base de tostadas, café y zumo de naranja) con el que me deleité y ahora, al amparo de un cigarrillo, conversamos.
- Mi vida no ha cambiado mucho, supongo – dice con una sonrisa tímida – Estuve enamorada de otro muchacho cuando decidiste dejarme… Vamos, dejarme, mejor dicho, abandonarme. Pero ya es agua pasada.
- Mereces una respuesta, Estrella.
- Estoy segura, Jaime, pero ya no la quiero. No debí ser buena para ti – hace una pausa que califico de nostálgica – No te guardo rencor, Jaime. Me salvaste.
- Lamento el daño que te haya podido hacer, Estrella. Para mí fueron momentos muy duros.
- Me tenías ahí, Jaime. Siempre me has tenido ahí, pero creo que nunca lo supiste valorar – se acerca a mi sofá. Por un momento creo haber sentido el impulso de besarla, pero es algo que se desvanece, aunque perdura la imprecisión de que ella también lo esperaba.
- Bueno, ¿qué te ha traído de nuevo a mi humilde morada?
- Pues, a parte de mi excelente anfitriona…- sonríe y yo también – Un asunto… delicado.
- ¿Delicado?
- Bueno, empleo…
- ¿Y eso es delicado?
- …para mantener un bebé – no da crédito. Me abstengo de preguntarle porque el poema que es su cara me lo dice todo. No es suyo.
- ¿Eres papá?
- Sí – respondo con pesar.
- Pero, bueno, hay que celebrarlo. ¿Por qué esa carita?
- Porque… esto… no sé quién es la madre.
- ¿Tantas candidatas hay?
- Tira nueve meses atrás.
- ¡Enero! – se da cuenta – Eso significa que yo… pero nosotros siempre… siempre… ¡Oh, dios mío!
- Tranquila, sé que no eres tú.
- ¿Tú qué crees?
- Sinceramente, un condón defectuoso…
- Pero, si tus cálculos no te fallan, el niño es mío.
- Ya, pero no creo que hayas parido, ¿verdad?
- ¿Qué vas a hacer?
- Tu padre me da esperanzas para un posible trabajo en Carrefour – miro la hora – Buena, ya es muy tarde. Tengo que irme.
- Jaime, antes de que te marches, quiero que afrontes algo. No tiene una trascendencia vital en estos momentos, pero, que merece ser reflexionado en cuanto tengas un respiro.
- Dime – digo algo curioso. Me planta un beso en los labios.
- Yo he tardado en aceptarlo todo este tiempo que llevas desaparecido en mi vida.