Fragmento #118 – O'Neills

Bueno, no está tan mal al fin y al cabo. Turno de mañana en el Carrefour y tardes en la Universidad. Francia aún no me ha llamado con los resultados y Estrella, su hija, tampoco me dijo nada ayer mientras cenábamos en O’Neills. ¡Qué gran persona Estrella! Se merece lo mejor.

- ¿Vino alguna chica después? – me preguntó con un toque travieso en sus ojos.
- Vino mucho después – puntualicé.
- Bueno, hijo, puedes soltarte la melena – sonreí por la forma del comentario.
- La conocí en una fiesta. Ella estaba mal porque un exnovio le había partido en más de una ocasión el corazón y ya no sabía que hacer. Empezamos a hablar y…
- ¿Lo hicisteis?
- No. Ella me dijo que no estaba lista.
- ¿Cuánto tiempo lleváis?
- Casi medio año.
- ¿Y nada de nada? – negué con la cabeza.
- Igualita que yo, que te quité la cremallera en cuanto tuve ocasión – la miré muy serio – Lo siento. No pretendía…
- No importa.
- Al menos ya has descartado a dos chicas.
- El problema no es descartar, Estrella. El problema es que la madre no sea nadie con quien yo haya estado.
- Jaime, nadie deja un crío en la puerta de tu casa sin conocerte.
- Estrella, siempre llevo “capuchones”.
- Hijo, pues el que usaste debió estar mordisqueado – me comentó en tono burlón. Tuve que reírme y me alegré de tenerla ahí.
- ¿Cómo se llama tu chica?
- Se llamaba Alma. Y la dejé.
- Espero que no se te muera, la última vez que dejaste a alguien se te murió en Sierra Nevada – entendía que le intentase quitar seriedad al asunto se lo agradecía.
- ¡Coño! Eso espero yo también, sino, otro trauma – ella bebió.
- ¿Sabes? Creo que en esta ocasión estás equivocado.
- ¿Sí?
- Llama a Alma. Dile lo que sientes y lo que ha pasado.
- ¿Y si reacciona mal?
- Creí que habías aprendido de la última vez que nos vimos, en mi casa – hizo una pausa – Todos aprendemos a afrontar.