Fragmento #119 - El sheriff, el emo y el supervisor

Tengo trabajo. No es un trabajo digno pero menos da una piedra. Está al fondo, girando a la derecha del Quinto Carajo... El curro está en Camas, porque no había vacantes (para hacer el gilipollas) en San Pablo, no, en Camas, y sin embargo, tengo que darle las gracias a Dios de que este relativamente cerca ya que Clint Eastwood, John Wayne, Van Cleef y todo ese elenco de tipos duros en pelis blandas tenían que trasladarse de los Estados Unidos a Almería para rodar escenas surrealistas.

La gente no se acerca al estante de las pelis baratas ni de coña, mucho menos aún con un tío vestido de vaquero promocionando. Es entonces cuando te haces una de esas preguntas que nunca tendrán respuestas: ¿No se ha planteado nadie que vestido así nadie comprará estas pelis? En fin, estoy aburrido y quiero incordiar, tengo que hacerlo o entonces me pegaré un tiro con la pistolita de juguete que me han endosado... ¿Qué es esa cosa de allí? Es... No, no puede ser, ¡Es un emo! Siempre he querido conocer a uno.

Me acerco dejando que las espuelas golpeen el suelo, dejando atrás la música de "La muerte tenía un precio" y sintiendo que este es mi territorio. Y tu puto rostro palido puedes emprender el camino o te saco la pistola... ¡Dios! Es una chica. Hay otros mundos, Esta chica está igual de aburrida que yo promocionando unos libracos... Voy a fastidiar, igualmente.
- Oye, perdona, ¿me das uno?
Me pregunta que por cual de los tres me intereso, pero yo solo quiero quitarle el cigarrito.
- No, no, me refiero al cigarro.
- Es de broma. - Tú si que eres de broma, so patética. Tiene algo en la mirada que me dice que es una persona que me cae como el culo.

La chica planta resistencia en la conversación para darme el cigarro asqueroso así que doblemente divertido esto de fastidiar. Si esta tía va a estar aquí todos los días, entonces, me gustará este trabajo.
- ¿Pero tu de qué vas?
- De vaquero. - Es que es encantadora esta emo, coño.
Me demuestra que el cigarro es de broma, con lo que en un momento dado podría decir que ella me ha quemado y quejarme al supervisor.

Y hablando del demonio... Aquí está, como un espectro mal parido.
- ¿Qué pasa aquí?
- Nada, que quiero el cigarro. - Mirada gestapo, explica ¡ya! - A mi disfraz le va a venir mejior que al suyo.
- Bien, bien, Ramos dele el cigarrillo.
El supervisor ha hecho su buena acción del día y se marcha.
Le pregunto a la tal Ramos que si me da fuego, pero con las chispas que le están saltando en los ojos creo que mejor me lo fumaré luego.

Me marcho y me giro, ahora ella me mira con expresión hostil. Sabe que ha perdido esta batalla pero está decidida a ganarla a toda costa. Tiro el cigarro al suelo y lo piso hasta dejarlo echo un trozo de papel inservible, ahora su cara pasa de ser de hostil a un poema. Le guiño un ojo y continúo mi caravana hasta el estante de las pelis antiguas del Oeste, con el convencimiento de que su rostro me es familiar.

La guerra está servida, ya sé cómo te llamas y sé cómo actúas... Lo vas a lamentar, rostro pálido. Aunque no está nada mal de cuerpo, las cosas como son.

Sí, esto me va a gustar