Fragmento #86 - Sin motivos

Me han quitado los motivos. No sé qué hago aquí. Salgo a la calle y veo las caras de la gente y todas las caras me preguntan qué hago aquí. Por qué no me he ido todavía. Michelle me llamó ayer un par de veces, pero no se lo cogí. Todavía no sé por qué, pero tampoco me hace falta (supongo, imagino, que estoy huyendo del dolor).
No paro de preguntarme si me habré equivocado, si debería haberme quedado en Sevilla y sucumbir en aquella espiral, o entregarme a las extrañas cadenas de la Universidad y el trabajo. No me aclaro todavía. No sé lo que quiero, no sé por qué no me he ido todavía. Estoy llamando a Michelle y desistiendo continuamente. Estoy llamando a Pablo y colgándole el teléfono, todo a la vez. Todo a la vez.
Decido llamar a casa. Mi madre se pone con la voz más o menos rota. Le pregunto cómo está, cómo están todos, y me dice que están bien y que dónde estoy yo y por qué no he llamado. París, por la ventana, agoniza. La mañana hiere con una luz cobriza a los que la transitan mientras mi madre me pide que vuelva.